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El presidente, cual protagonista de telenovela, nos tiene en un "contigo, pero sin ti" con el ELN, suspendiendo diálogos por segunda vez desde 2022.
¿Y el Catatumbo? Allí la realidad supera cualquier guión dramático: el ELN y el Frente 33 de las FARC protagonizan su propia versión de "guerra entre hermanos", mientras la paz se esconde entre los cafetales como una tímida mariposa.
Ahora en las montañas del Tolima, donde el café ya no es el único que amarga las mañanas, los jefes juegan a ser gatos: "miau, miau, miau" me dice uno, como si el maullido fuera la nueva lengua oficial de la burocracia. Le había dicho que no me sentía "tan bien como usted, pero tampoco tan mal como su administración". La verdad duele más que una EPC mal diagnosticada, que, por cierto, sigo confundiendo con ETS y EPS
Y en nuestras escuelas, ¡ay!, la educación se ahoga en una sopa de letras: EPC, ETS, EPS... Los maestros navegamos entre indicadores "generativos" (¿o era degenerativos?), mientras intentamos enseñar números romanos yo no sé ni que orientar con ese nuevo tópico degenerativo. Algunos sugieren usar frijoles, otros piensan en canastas de cerveza cuando dije eso el coordinador me miro mal, y me dijo profesor recuerde que usted enseña ética y valores.
Uno termina como el caucho: flexible hasta que se rompe. En las aulas, los números se nos escurren entre los dedos como agua en tierra seca. Los estudiantes no suman, no restan, pero nos piden que multipliquen. ¿Multiplicar qué? ¿La frustración? ¿El desconcierto? Los salones se vacían más rápido que bolsillo de maestro a fin de mes, y las cabezas docentes ruedan por los pasillos como pelotas en recreo.
La Colombia 2025: donde los muertos facturan más que los vivos, donde los maestros confunden la EPS con la ETS porque ambas son síntomas de un sistema enfermo, y donde los estudiantes aprenden más de supervivencia que de matemáticas.
¿Y saben qué es lo más irónico? Que mientras escribo esto, seguro algún burócrata está inventando una nueva sigla para resolver los problemas de la educación colombiana, lo peor es que yo termino más enredado que nudo de borracho. Porque en este país, las soluciones son como los fantasmas: muchos dicen verlas, pero nadie puede tocarlas.
¿La moraleja? En esta tierra de realismo mágico, hasta García Márquez se quedaría corto intentando narrar nuestra realidad.
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