Tan importante anuncio fue recibido con una alta dosis de incredulidad, ya que no se acompañó de información acerca de las señales que el señor Presidente aceptaría como gestos de paz ni de las condiciones bajo las cuales estaría dispuesto a abrir los diálogos.
Quince días después, la incertidumbre se disipó por su lado adverso. Fue suficiente con que Timoleón Jiménez, utilizando la palabra Caguán, manifestara coincidir en el propósito presidencial para que el Mandatario contradijera su interés de antes con un rotundo ¡que se olvide del Caguán!
De manera habilidosa, Santos, personero del militarismo, ha querido hacerle creer al país que los deseos de las Farc son los de hacerse a otra zona de distención al estilo de la de El Caguán, palabra que por lo visto le huele a cachos de Lucifer.
De esta forma busca persuadirlo de que el escenario es lo mismo que la agenda y seguir confundiéndolo con la tergiversación de un momento histórico que, habiéndole abierto esperanzas a la paz, fracasó por la debilidad del gobierno de entonces ante algunos siniestros personajes, como los uribes, los castaños, los mancusos, que siempre se mostraron reacios al diálogo, y por su renuencia a empujar los cambios contenidos en la agenda que fue puesta a consideración del país mediante las audiencias públicas de Los Pozos.
Con semejante salida, el Presidente le ha dicho a las Farc algo que de antemano sabe que contará con una gran resistencia: que una de las condiciones para el diálogo es que este se realice fuera del país.
¿Cuáles serán las otras? Difícil saberlo, pero fácil de presumir que serán de difícil aceptación por los insurgentes si sabemos que el interlocutor del grupo armado es un Gobierno dispuesto a permitirle a un importante sector de las clases dominantes que siga usufructuando los inmensos recursos de la guerra.
Por eso, a riesgo de volvernos cansones, no podemos dejar de insistir en la necesidad de que el país aúne esfuerzos para lograr un cambio de actitud en las políticas de paz que salen del Palacio de Nariño.
En esencia, la agenda del Caguán no es otra cosa que un conjunto de reivindicaciones aún sin resolver y a las cuales se les debe seguir buscando salida. Y si mediante los diálogos no es posible, pues que la salida venga entonces mediante las acciones de masas. De seguro, mediante las acciones de masas vendrán también los acuerdos de paz.
En la última semana del año pasado, el país conoció del presidente Juan Manuel Santos su interés en dialogar con las Farc si estas daban claras señales de querer la paz.
Credito
RODRIGO LÓPEZ OVIEDO
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