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Así las cosas, la falacia maniquea de dividir al país en dos únicos bandos planteada por el presidente Petro, entre amigos y enemigos suyos, según sean adeptos o no a la clase de paz que él ambiciona, desvela su afán de aparecer ante la opinión como el “abanderado de la cesación de la violencia por supuestas razones de carácter humanitario, y no por cálculo político”.
Es un auténtico acto de oportunismo acompañado de un gran despliegue de publicidad, pues pese al multitudinario sentimiento popular de repudio que se siente ante una eventual impunidad con los violentos, justifica la continuación del criminoso actuar de estos planteándole al país el dilema: ¡o se está conmigo o se es enemigo de la paz!, mandando a renglón seguido a sus corifeos a presionar a quienes declaran su resistencia a la complicidad con el deshonesto actuar de los responsables de execrables crímenes de lesa humanidad y al comercio de la droga, para que no rechacen la política de paz que quiere implementar, ofreciéndoles a cambio aceptarlos como “amigos del gobierno”.
Surgen algunas reflexiones que llevan a relativizar la oportunista aspiración al unanimismo en torno a la supuesta inevitabilidad de esa simplificación que no admite posición intermedia alguna. Somos muchos los que rechazamos el “perdón y olvido” total para aquellos criminales, ante su actuar en la muerte y la destrucción, sea cual sea la justificación que invoquen: el anacrónico credo comunista; o una aspiración a la justicia social y a la igualdad a las que todos aspiramos, o cualquier otro de los múltiples “paradigmas” que vienen aduciendo para ampararse en él, aclarando sí que la repulsa a esos criminales, constituye la clara afirmación que quienes tal cosa hacemos, militamos en “el rechazo a toda forma de corrupción y de violencia”.
Porque al margen de cualquier consideración, prima una superior razón de estirpe moral que evita aceptar la equidistancia entre la delincuencia y el Estado: la prevalencia de un concepto de Estado que tiene clara su concepción de los derechos humanos y la igualdad dentro de la diversidad, sobre unos grupos armados que matan, extorsionan, trafican y violentan como se les antoja o por el afán de lucro, en la más prosaica negación de cualquier noción de humanidad, como ya se demostró en el plebiscito que dio respuesta negativa a la “Paz de Santos”.
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