¡La calle le dio un claro mensaje a Petro!

Manuel José Álvarez Didyme dôme

Parece que el valor de significación de la exitosísima marcha que se escenificó el pasado 20 de junio cursante, tanto en Bogotá como en casi todas las capitales de departamento del país, no ha sido entendido aún por algunos de los inefables líderes de nuestra izquierda fundamentalista, ni por el gobierno del “Pacto Histórico”, que a sabiendas de sus equivocadas y antidemocráticas posturas persisten en ir en contravía de una cada vez más generalizada opinión.
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Y es que multitudinarias expresiones como estas no pueden ser entendidas de otra forma que como la aceptación que Colombia entera hizo del reto que recientemente le lanzó Petro,  mediante desafiante arenga, de llevar a la calle el sentimiento de respaldo a su gobierno, al igual que como la pacífica pero enérgica manifestación de hastío por el desacertado manejo que el gobernante le viene dando a Colombia tratando de imponerle a rajatabla su criterio en cesarista actitud y el repudio contra las variadas formas de abuso de los bienes del Estado por parte de su vicepresidenta y de los escándalos protagonizados por sus familiares (hijo y hermano), y por sus exalfiles Sarabia y Benedetti, aún latentes en la opinión; a más de contra la violencia y el terrorismo en todas sus formas, y el secuestro cometidos por el Eln, en medio de la tan publicitada negociación de paz con el Gobierno.

No obstante, a lo anterior agregan dichas marchas, la obligada expresión colectiva contra la laxa y tolerante política del Gobierno para con el narcotráfico y con la criminal actuación de las llamadas autodefensas Gaitanistas y las terroristas disidencias de las Farc, que continúan superando todas las formas de perversión conocidas por el género humano, soportadas en las directivas presidenciales.

Y que sin solución de continuidad siguen afectando en forma indiscriminada y por igual a policías y militares, así como a sus familias y a la población civil en general, bien sea rural o urbana, así se trate de hombres y mujeres, ancianos, niños o niñas, humildes o no, todo financiado por el lucrativo producto de los delitos de lesa humanidad del narcotráfico y el secuestro bajo el pretexto de la procura del inalcanzado de uno de esos fementidos paraísos del proletariado que naufragan en todas las latitudes del orbe, en los que no pueden seguir creyendo sino los enajenados sectarios continuadores del mesiánico discurso de los años 60’s de la pasada centuria.

En síntesis, una voluntaria, airada y explosiva expresión de la rabia contenida de un pueblo que se resiste a la injusta censura y la violencia cualquiera que ella sea a imagen y semejanza de las que terminaron por imponerse en la vecina Venezuela, responsables de la pauperización y del crecido éxodo que allí se presentan, con la cual los elles de colombianos que participaron en tan paradigmática jornada, la calle le dio un claro mensaje al gobernante, que Colombia no es tierra fértil para dictaduras.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYMEDÔME

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