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Lo cual viene a corroborar la advertencia hecha ya hace un tiempo el semiólogo, filósofo y escritor italiano, Humberto Eco en el Congreso sobre el Concepto de Intervención Internacional realizado en la Sorbona, sobre la inutilidad de la guerra, la cual, en este tiempo es “un arma desgastada”, ya que la guerra de hoy, así no lo quieran los combatientes, responde al concepto de neo-guerra, esquema bien distinto del de paleo-guerra o guerra tradicional, como la que se desarrolla actualmente en Ucrania, que tiene como objetivo la aniquilación final del enemigo y el triunfo total del vencedor, que con ello aspira a alcanzar un beneficio.
Y esto porque las condiciones en las que se lleva a cabo tal paleo-guerra o guerra antigua, entraron en crisis total por virtud de los medios masivos de comunicación, al punto que cada beligerante tiene al enemigo instalado en su retaguardia, con flujos de comunicación imparables que informan lo sucedido minuto a minuto, y porque las finalidades que se buscaban en la “guerra combatida” en tanto en cuanto contribuían al éxito bélico, tales como ocultarle al enemigo la verdadera fuerza y/o alcanzar la generalizada solidaridad del frente interno, son hoy imposibles, sin que les sea dable evitarlo a los que luchan, pues aun cuando intenten acallar a los informadores, las nuevas tecnologías tales como los teléfonos móviles, los satélites espías o la internet los suplen, tornando transparente el campo de batalla.
Así que, mientras en el conflicto convencional el fin es destruir cuantos más enemigos sea posible, en la neo-guerra la finalidad debe buscarse eliminando el menor número de contrarios que se pueda, ya que matando demasiados se incurre en la reprobación general del mundo que lo registra de forma inmediata, haciendo de la muerte, no el suceso lejano de otrora, sino una evidencia visual insostenible.
En la neo-guerra cada bando se mueve bajo el signo del victimismo, mediante el cual pierde ante la opinión, el que más fiereza demuestre y el que más destrucción y dolor cause, tal como le viene ocurriendo a la Rusia de Putin hoy, que tarde que temprano tendrá que buscar el armisticio para congraciarse con su propia gente y con la opinión universal, en virtud de su criminoso y deshumanizado accionar.
Ya que cada violación del derecho internacional humanitario que comete, cada transgresión a las leyes “civilizadas de la guerra”, cada daño a la infraestructura de Ucrania que lucha por su independencia, recibe la condena y el reproche orbital, pues no tarda en sucederse el hecho cuando ya las imágenes le han dado la vuelta al mundo, que apresurado juzga y concluye, haciendo imposible que las disculpas y pretextos nacionalistas de antaño, presten utilidad para enmascarar lo inocultable.
Igual a como lo registra la opinión que otrora se sorprendía y esperaba una información de lento desarrollo para emitir una opinión, pues hoy se repudia y rechaza cada realidad ante la que se impone la búsqueda de soluciones concertadas del conflicto, por efecto de la globalización, no solo entre los bandos que contienden, sino con todos los que de una u otra manera sienten que la disputa afecta sus intereses: los luchadores internacionales por los derechos humanos, los vecinos de frontera, los socios en los mercados, los inversionistas internacionales, los consumidores mundiales de los productos de los combatientes, en suma la “aldea global” a la que, querámoslo o no, todos pertenecemos.
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