Al igual a como lo sufrió el Perú, se cierne hoy sobre Colombia el riesgo que a médicos recientemente llegados al país procedentes de Venezuela y formados allí bajo la precaria calificación académica que brindan los parámetros de la medicina cubana, se les homologuen sus exiguos títulos.
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Absurdo propósito que viene gestionando un grupo de congresistas del “Pacto Histórico” ante nuestras autoridades de salud y educación, en procura de la validación detales títulos para que, en consecuencia, aquellos puedan ejercer su profesión en igualdad de condiciones a los graduados en el país bajo los rigores y exigencias de nuestras instituciones de educación superior.
Tan Inefable pretensión surge a no dudarlo del estrecho hermanamiento de nuestra izquierda gobernante con el dictador Maduro y el acicate del Presidente Petro, soportada en la errónea y desproporcionada creencia de que con la pobreza de una malla curricular diseñada bajo criterios diversos y de inferior calidad a los nuestros y desde unos puntos de vista teóricos, prácticos y técnicos, fundamentalmente políticos, como su mismo nombre de Medicina Integral Comunitaria (MIC) lo indica y en universidades experimentales de reciente formación como la de “Ciencias de la Salud Hugo Chávez”, se puedan calificar en solo cuatro años dedicados casi con exclusividad a la “atención primaria”, a profesionales que van a emular con los de aquí, caracterizados por la solidez profesional que les brindan seis años de exclusiva consagración en centros universitarios de tradicionales calidades, ampliamente reconocidas por organismos internacionales como la OPS/OMS, tal como lo viene denunciando el Colegio Médico Colombiano (CMC).
Y es que fue que con el apoyo de la Misión Médica Cubana que se diseñó entre los años 2007 y 2008 en Venezuela; el mentado concepto de Medicina Integral Comunitaria (MIC); con un pensum elaborado en conjunto por profesionales de la isla y el Ministerio de Educación Universitaria y el Ministerio de Salud Venezolanos, para que hiciera parte de la Ley del ejercicio profesional de la Medicina, y el plan de estudios, responsables de la deficiente formación de los profesionales que se desplegaron, por las comunidades más pobres de aquel vecino país, como la del conocido “Barrio Adentro”, causando, –según la opinión calificada–, la emergencia sanitaria que allí se desencadenó, en tanto en cuanto muy poco o casi nada lograron al tratar de “paliar la grave crisis en la que terminaron los pacientes”.
Ante tamaño riesgo, los funcionarios encargados de los recursos humanos del sector salud se han pronunciado recientemente, diciendo que no hay lugar a temores de esta índole, pues “en Colombia para cumplir con los criterios de validación se exige el estricto cumplimiento de requisitos que, quienes han egresado de los programas de Medicina Integral Comunitaria (MIC) de Venezuela y aspiran al reconocimiento y homologación dichos, no tienen”, y que “para cumplir con los criterios de validación de títulos profesionales en este país existen, una ley y unas condiciones muy claras, a las cuales inexorablemente hay que ceñirse”.
¡Ojalá así sea y las autoridades educativas y de salud, presionadas por el petrismo, lo eviten!.
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