Nuestro desempleo y pobreza no ceden

Manuel José Álvarez Didyme dôme

Y es que fórmulas mágicas para superar estas circunstancias socio-económicas no existen, dado que su etiología o estudio de sus causas, como cualquier novel economista podría advertirlo, es estructural, puesto que, salvo la acción aislada de unas cuantas personas y en algunos momentos de nuestra devenir histórico, -poco recordados por cierto-, en la región no se han acopiado recursos para invertirlos en creación de empresa, ni se han llevado a cabo obras de construcción de la necesaria infraestructura para apuntalar nuestro propio crecimiento, ni el Estado ha acometido trabajos verdaderamente generadores de prosperidad y desarrollo.
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Por lo demás, el tesón y el continuado esfuerzo personal no nos ha caracterizado hasta como grupo humano, como si lo ha hecho con los antioqueños o caldenses, entre otros, como lo evidencian nuestra escasa aplicación como colectividad a solucionar nuestras carencias y el mucho tiempo que pasamos pendientes de las dádivas que de pronto lleguen a través del presupuesto oficial. 

Y salvo alguna agricultura que inexplicadamente tampoco hemos logrado convertir en agroindustria o la música, -ésta como expresión del espíritu no encarada como industria-, no hemos definido una vocación que oriente nuestro futuro como sociedad.

De igual manera seguimos adoleciendo de falta de gerencia y liderazgo capaces de consolidar el saneamiento financiero, la prudencia en el gasto y la consciencia de la importancia de priorizar las inversiones con definida orientación hacia el bienestar general, aplicadas, antes que nada, a concluir lo iniciado y a buscarle resolución a los muchos problemas que nos afligen en los campos vial y de transporte, habitacional, de salud, de seguridad y por sobretodo educativo, y frente a la necesidad de complementación y mejoramiento de los servicios de agua, aseo, vial, energético (a propósito se acaba de ir la energía, como sucede frecuentemente, obligándome a reelaborar lo escrito) vial y seguridad en general.

Máxime cuando la región e Ibagué, han crecido hoy por encima de lo esperado en razón de los flujos migratorios originados en las muchas violencias que de antaño nos han afectado y siguen haciéndolo como  endémico fenómeno que aflige al país, –de la guerrilla, la paramilitar, la de la droga y  la de las bacrim-, multiplicando los inconvenientes de manera desproporcionada por fuera de cualquier intento pacificador como el que pretende el gobierno, con grave deterioro de su precario tejido social, demandando en forma extraordinaria recursos de múltiple índole, pero fundamentalmente espacio y oportunidades laborales para los desplazados que están arribando. 

A tan oscuro panorama en mucho contribuye, a no dudarlo, la excesiva centralización del Estado que bajo el actual gobierno se ha exacerbado a la mejor manera de nuestro pasado colonial, en cuanto la nueva e inexperta élite política gobernante conduce el país desde Bogotá erradamente bajo la idea de una provincia irresponsable guiada por funcionarios idem a través de una estructura piramidal y jerarquizada de la administración pública, que equipara a los habitantes de los municipios distintos a la gélida capital con los menores incapaces de regir su destino y de trazarse sus propias políticas de desenvolvimiento en los diversos campos como lo viene denunciando el departamento de Antioquia. 

Con lo que se coartan la iniciativa y la autonomía de  “la provincia” al tener que esperar del "nivel central" la respuesta, generalmente tardía e incompleta, cuando no errada, a todas las inquietudes y la solución de todas las afugias y carencias de la realidad palpable de cada región, o malacostumbrarla a la inefable “mermelada” obtenida mediante agotadoras jornadas de cabildeo político ante prepotentes burócratas, mandos medios o funcionarios de poca entidad.

MANUEL JOSÉ ÁLVAREZ DIDYMEDÔME

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