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El dilema más dramático es el que han enfrentado los médicos en el norte de Italia, en New York o en otros sitios donde la capacidad hospitalaria se ha visto desbordada por el número de contagiados y, como dice el dicho, no hay cama para tanta gente y, lo más crítico, no hay suficientes ventiladores que les permitan a todos los pacientes respirar y vivir.
Imagine la escena y piense usted que haría. Tiene dos o tres pacientes esperando una cama en la UCI y un ventilador, porque sus pulmones están colapsados, pero solo hay uno disponible. En sus manos está la decisión de quién va a morir y quién va a vivir. ¿A quién se lo asigna?
¿Con qué criterio tomar la decisión? ¿Por orden de llegada y entonces es casi la suerte la que decide? ¿Por razones médicas, y se lo da al menos grave porque tiene más probabilidades de sobrevivir? ¿Por puros criterios financieros y le toca al que tenga la mejor póliza de seguro? ¿Al más joven porque los ancianos de todas maneras van a morir pronto? Muy complicada decisión.
Tiene consecuencias igual de graves el dilema de un comerciante que vende desinfectantes o tapabocas. O una farmacéutica que descubra el remedio contra el virus.
La demanda por su producto es altísima y según la ley de la oferta y la demanda debería subir el precio. ¿Se puede enriquecer a costa de la salud de los demás, o irse al otro extremo de reducir el precio para que más personas salven sus vidas?
Otro dilema en un escenario muy diferente. Una madre cabeza de familia con tres hijos que se ganaba la vida vendiendo aguacates en la calle. Se quedó sin ingresos y sus niños lloran de hambre. Es cristiana, observa los mandamientos y siempre ha sido honrada pero su única posibilidad de conseguir comida es robarla en el mercado. ¿Usted respetaría la propiedad privada aún a costa de la vida de sus hijos?
La economía tiene mucho que ver en estos dilemas. Porque estos son consecuencia de decisiones políticas anteriores sobre la distribución de recursos.
Los médicos no tendrían que decidir a quién permiten vivir si el sistema de salud y los hospitales hubieran recibido recursos suficientes; si el Estado planificara que las fábricas hubieran producido más ventiladores y menos Nintendos, así no fueran tan rentables.
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