Las próximas elecciones no tendrán un carácter ideológico - programático: no. Serán, más bien, en clave de antropología social. Se enfrentarán dos tendencias: una que insiste en mirar al pasado, y otra que invita a mirar al futuro. La cuestión no es de poca monta. La actual es una de esas coyunturas especiales que depara la historia.
Para analizar esto no nos sirve la matriz política tradicional de izquierda y derecha, porque dentro de las corrientes que miran hacia el pasado hay tendencias de diferente signo ideológico - político. Por ejemplo, en la Farc (sin la s, porque ahora es singular y no plural), pese a reclamarse ser un partido de izquierda hay un sector que persiste en mirar hacia el pasado. De allí que se haya negado a darse un nuevo nombre. Prefirió cargar con el lastre de 52 años de violencia. ¿Por qué? ¿Por terquedad? No. Por considerar que deben librar una batalla por el pasado, por la historia, por la memoria colectiva, y consideran que para hacerlo tienen que mantener la marca Farc.
Pero no son los únicos. En el Centro Democrático también existe una corriente cuyo objetivo fundamental y estratégico es el pasado. De allí la importancia que confiere a la Comisión de la Verdad y a la Justicia Especial para la Paz, pues considera que desde allí se escribirá la historia contemporánea. El debate de la representante a la Cámara María Fernanda Cabal, sobre la masacre de las Bananeras, no es tampoco un capricho o una tozudez: no. Cabal quiere que se reescriba la historia, por eso propone que el nombre de la Comisión de la Verdad se cambie por Reconstrucción Histórica.
Pero nada divide tanto a una sociedad, a una familia, a una pareja, como la historia. España e Irlanda son dos buenos espejos en los que podríamos mirarnos. A pesar de que la Guerra Civil española tuvo lugar entre 1936 y 1939, en la sociedad aún existen cicatrices profundas, igual sucede en Irlanda, donde la paz entre católicos y protestantes sigue frágil. Las discusiones sobre el pasado son complejas y emocionales. Basta con ver las discusiones que todavía se dan en torno a la Conquista española en América, un hecho histórico de hace más de 500 años. La historia pesa, a veces excesivamente.
Y si bien, para superar un conflicto es necesario que se conozca toda la verdad, también lo es obrar con prudencia y tacto, para evitar que la búsqueda de la verdad, disfrazada de sed de justicia, o al revés, impida suturar heridas o las reabra innecesariamente. Me pregunto si no habría sido más conveniente postergar la entrada de la comisión de la verdad por unos años. Alguien dijo que la verdad es un espejo roto en mil pedazos, y que cada quien cree que el trozo que tiene en su mano es el espejo entero. Ese es el problema.
Colombia necesita pasar página, y librar una batalla por el futuro. Desde la mujer de Lot sabemos el peligro que entraña mirar hacia atrás.
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