Citando la canción de Ruben Blades, es momento de tomar decisiones. Desde hoy y hasta el domingo tendremos tiempo para pensar nuestro voto. El futuro de Colombia dependerá de nuestra decisión, por eso nuestro voto debe ser libre, tranquilo, lleno de esperanza y optimismo.
A la fecha la campaña ha sacado la condición humana de los candidatos y de sus coequiperos, hoy Colombia conoce realmente a sus líderes políticos, han mostrado hasta donde están dispuestos a llegar para alcanzar el poder. Muchos aun estamos perplejos por lo ocurrido respecto a la guerra sucia y el desprestigio del contrario.
En esta primera vuelta el presidente Santos fue el trompo de poner, debido a que todos están detrás de su cargo, lo lamentable es que los quienes no se dieron sobre los aciertos o desaciertos del Gobierno.
La política como escenario para asignar valores a la sociedad se diluyó, lo que menos le preocupó a los cuadros de campaña fue eso. Para qué hablar de honestidad, de trabajo duro, de anhelos, sueños y esperanza cuando se puede desprestigiar al rival. En esta campaña la majestuosidad de la política cayó postrada ante las artimañas, los engaños y las cortinas de humo.
Hoy vivimos la llegada de los nuevos enfoques de las campañas políticas y el estilo electoral de otros países. La transferencia ha sido total, ya que se importó asesores venezolanos, brasileros y norteamericanos, que no se guardaron nada. Esta nueva apertura permitió el ingreso, sin aranceles ni barreras, de los nuevos métodos.
Y aunque el propósito de todos los candidatos es liderar el desarrollo de Colombia, la verdad es que no son muchas las diferencias de fondo entre sus propuestas y aunque ellos crean tener visiones distintas existen muchos sitios comunes; educación de calidad, cobertura en salud, reforma a la justicia, apoyo a los campesinos, etc.
Tal vez la única diferencia real y cierta es el camino que debe seguir la Nación para alcanzar la paz y, desde allí, el progreso del país. Según las más recientes encuestas, los electores están pensando escoger mayoritariamente entre dos propuestas claramente opuestas; la reconciliación a través del dialogo civilizado y la confrontación armada mediante la seguridad democrática.
Muchas son las preguntas y reflexiones que los colombianos pueden hacerse para definir su voto.
¿Cuántos niños y jóvenes seguirán vinculados al conflicto interno? ¿Cuántas madres enterraran a sus hijos dados de baja en la guerra colombiana durante los próximos cuatro años? ¿Quiénes de todos estos habría podido ser nuestro nuevo premio Nobel, o el nuevo artista, o el científico que descubra la vacuna para una grave enfermedad, o el nuevo ídolo del fútbol? ¿Qué tantas cosas se podría hacer con los recursos que se destina para la guerra? ¿Cuántas nuevas empresas, cuantos nuevos colegios, cuantos nuevos puestos de salud? ¿Cuántos empleos se perderá de seguir la guerra, cuantos nuevos cupos de cobertura en educación o salud no se ofrecerá?
Esta semana todo colombiano debe pensar de manera libre su voto, y salir a votar conscientemente por un futuro mejor.
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