Que el pueblo decida

Rodrigo López Oviedo

Los ruidos que están propagando los grandes medios en torno a temas como el de la asamblea constituyente y la reelección no son más que ingredientes nuevos que se agregan a los muchos que los verdaderos dueños del país ya le han echado al cocimiento del golpe blando.
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El papel de tales medios no ha sido otro que el de negar que se esté preparando dicho golpe, a fin de evitar que el pueblo se disponga a impedirlo o, en su defecto, que repita en las elecciones del 2026 lo que decidió en las del 2022: elegir un gobierno que le garantice continuidad, y ojalá profundidad, a las reformas que Petro ha logrado alcanzar, aunque, reconozcámoslo, bastante desteñidas por acción de la oposición.

Tanta alaraca sobre dichos temas aumenta cada día su intensidad, pese a que Petro ha negado en todos los tonos que a él le interese la reelección o la prórroga de su mandato, como también ha aclarado con respecto a la asamblea constitucional que lo que quiere propiamente es que el pueblo asuma su poder constituyente para que se garantice las reformas sociales y políticas que tanto necesita y que las oligarquías le niegan a través de sus mayorías congresuales.

A Petro le ha tocado blandirse a fondo en defensa de sus posiciones políticas, y por eso lo hemos visto acomodar sus argumentos a lo que la normatividad burguesa le autoriza, que es bien poco, pero sin renunciar a la posibilidad de introducirle su particular estilo interpretativo. Al fin de cuentas, la hermenéutica está hecha para utilizarla, y él la utiliza de manera tal que queden resquicios por los cuales pueda emanar ese poder constituyente del que ha sido frecuente mentor, y del que puede derivarse una asamblea constituyente suigéneris, supraconstitucional, como fue la que le dio origen a la Constitución del 91, aunque ahora sin limitaciones antidemocráticas, como la de impedirle al pueblo la reelección de sus mandatarios.

Los calificativos que de Petro se dan en los círculos del poder tradicional no lo bajan de déspota, prepotente, antidemocrático, usurpador de potestades ajenas y un largo etcétera de parecidos denuestos. Y, sin embargo, quienes de tal lenguaje hacen gala asumen de manera despótica, prepotente, usurpadora y antidemocrática el rechazo a que el pueblo se pronuncie a través de una asamblea constitucional, argumentando leguleyadas santanderistas ya mandadas a recoger, en lugar de abrirle el paso para que exprese libremente su voluntad. Y si una asamblea nacional constituyente es el camino, pues permitirle que lo camine, so pena de que esa voluntad se exprese de otra manera, que puede terminar siendo más dañosa a sus intereses.

 

Rodrigo López Oviedo

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