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Se trata de una preocupación no muy creíble en este nuevo expresidente norteamericano, pues lo que pretende con ella es aparentar su desconocimiento de que democracia nunca ha habido en su país, donde casi todos los poderes, tanto los institucionales como los fácticos, siempre han estado en manos de unas minorías por las que nadie ha votado, pero que, gracias a esa “extrema riqueza”, han logrado que la población haga militancia en dos partidos, el Demócrata y el Republicano, cuyos dirigentes siempre han estado dispuestos a seguir sus orientaciones a cambio de un cuantioso respaldo electoral, entre otras canonjías, muy atractivas por cierto.
El mismo Pérez Flórez nos regala un ejemplo de cómo esas minorías han incidido en los resultados electorales: Para hacer elegir a Donald Trump, por ejemplo, el multimillonario Elon Musk aportó a su candidatura la bicoca de 277 millones de dólares, es decir, aproximadamente un billón 191 mil millones de pesos colombianos. Y es de suponer que al igual que Trump, Kamala Harris también recibió aportes parecidos de otros donantes, e incluso de algunos de los que también le aportaron a Trump, según se notó de manera transparente en el equilibrado esplendor de ambas campañas.
Esto evidencia lo irrelevantes que son para estas minorías las diferencias políticas que puedan existir entre los dos partidos, siempre que estén comprometidos en la defensa de un régimen político a través del cual controlan la vida económica de la nación, al tiempo que les garantizan a sus conglomerados empresariales el más pleno desarrollo y estabilidad jurídica, debilitan las fronteras que se alcen contra su comercio internacional, procuran imponer el pensamiento único y preservan las esencias de un país dedicado al saqueo mundial en un escenario internacional de naturaleza unipolar, aunque amenazado por el acelerado desarrollo de países como China, Rusia y la India, hoy asociados con otros en los BRICS+.
Semejante poder en manos de unas minorías muy parecidas a las mencionadas es lo que hay en la generalidad de los demás países del orbe occidental, y es lo que hace materialmente imposible que sus pueblos puedan elegir gobernantes que los favorezcan o que, eligiéndolos, no sean sometidos a la defenestración y el crimen. Por eso a gobiernos como el de Gustavo Petro debemos garantizarles su continuidad, y las más amplias bancadas en el próximo Congreso.
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