Durante los dos últimos días de la semana inmediatamente anterior, se llevó a cabo el Primer Congreso Internacional de Alternativas Pedagógicas para reducir la violencia y mejorar la convivencia, organizado por el Centro de Formación para la Paz, en alianza con la Gobernación del Tolima y la Universidad del Tolima a través de la facultad de Educación y el Instituto de Educación a Distancia.
Los temas giraron en torno de la necesidad de reducir la violencia en todos sus órdenes, particularmente la referida a los niños. La psiquiatra Isabel Cuadros Ferré planteó la urgencia de ver la realidad de la infancia y detectar la violencia para intervenir como docente, como trabajador social, como portero de un edificio, como miembro de la sociedad.
Colombia está acostumbrada a las noticias y a las situaciones violentas, de tal manera que situaciones abusivas con los niños o adolescentes son consideradas como algo normal.
Trayendo al momento los cuentos de Pulgarcito, Caperucita Roja, Hansel y Gretel, se puede decir que muestran la historia de la violencia humana en distintos campos incluyendo el abuso sexual de los niños.
Pero además, hay niños victimarios que, como en el cuanto de Hansel y Gretel, deben asesinar a la bruja mala para sobrevivir, que, traduciéndolo a la realidad, es cuanto convierte a nuestros jóvenes en menores infractores. No vemos, ni oímos, ni hablamos de la violencia pública que se ejerce porque se prefiere ver los hechos con “gafas rosadas”, para no incomodarnos ante la realidad.
Una investigación elaborada en Chile demuestra que el peso de la violencia en la escuela tiene gran impacto en la sociedad, en los resultados de pruebas externas, eso se comprueba cuando se coloca el mapa de lugares de alta violencia, poblaciones vulnerables y necesidades básicas insatisfechas y sobre estos mismos indicadores se sobrepone el mapa con los resultados de pruebas Pisa, resultando altamente coincidente.
A cualquier familia podría ocurrirle la violencia física, psicológica o sexual; es una premisa que no se puede negar porque no se sabe quién puede ser el abusador sexual. Al niño hay que creerle, prestarle atención, protegerlo y formarlo para la prevención. Sin embargo, se les enseña a cuidarse de los extraños fuera de la casa, sin tener claro que el mayor índice de abusos sexuales ocurre en el interior de sus hogares.
Muchos de los adultos mayores que hoy están privados de la libertad en la Penitenciaría de Picaleña pagan su pena porque abusaron de un menor de edad y muchos de ellos eran sus nietos o niños, a los cuales tuvieron acceso en las casas de los pequeños, y siempre tuvieron algo dulce que ofrecerles, hasta victimizar sexualmente.
El comunicador social Guillermo Camacho Cabrera presentó un amplio rastreo realizado en la prensa local de Bogotá desde 1993 hasta la fecha, referido específicamente a casos de abuso sexual, concluyendo que no existe ningún lugar vedado para quien quiera abusar de un niño, lo haga.
Por ello, la recomendación es que en la escuela, los baños públicos, los consultorios médicos, los teatros, los parques y sus propios hogares, los niños y adolescentes tengan garantías para su seguridad.
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