“La educación no es un proyecto prioritario en Colombia”, esta frase pronunciada por el gobernador de Antioquia, Sergio Fajardo, a propósito de los pésimos resultados de nuestro país en las pruebas Pisa, que aplica la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico -Ocde- a 85 mil estudiantes de colegios en 44 países, resume lo que ha acontecido con ese tema.
Es lo más coherente y verdadero que se ha escuchado, a propósito de los ríos de babas y de tinta que se han pronunciado por estos días sobre el particular. De forma clara y contundente, con el conocimiento de un científico y con el verdadero liderazgo de un líder político y de un Gobernador, señaló que ni el actual gobierno nacional ni los pasados han tomado en serio el tema de la educación.
Al señalar que la educación no es prioritaria, aseguró que en los presupuestos estatales no están contemplados, por ejemplo, la capacitación, la actualización y la oportunidad de estudio aquí y en el exterior para los docentes, simplemente se les señala de malos o pésimos, pero sin ni siquiera dárseles condiciones justas de trabajo, pagarles lo que es debido o dotar a los centros de enseñanza de las herramientas tecnológicas indispensables para cumplir la labor.
Hoy ni siquiera están nombrados todos los docentes de escuelas, colegios o universidades que se necesitan, no están en la planta de los mismos como debería ser, simple y llanamente porque la educación no es prioridad para mandatarios nacionales, regionales y locales. Los hechos saltan a la vista.
No se presentan ni en los titulares la importante labor del docente o de la vida académica, siempre los mismos se ocupan de la política o la politiquería, de la corrupción, de la violencia como enviando un mensaje de que ese es el único país que se tiene y que vale la pena mostrar.
No es gratis por ejemplo que nuestros muchachos no sepan resolver problemas concretos porque no se les enseña eso; se sigue acudiendo al modelo de la memoria, de almacenar datos en la cabeza, la teoría excesiva, nombrar 500 autores de libros mientras se les da una clase como para mostrar mucho conocimiento y dominio, utilizar una excesiva jeringonza científica para demostrar superioridad, pero sin llevarlos al mundo real, a analizar situaciones concretas de la realidad, de la vida misma, donde se tenga capacidad de analizar, contrastar, procesar, imaginar, poder interpretar datos y situaciones para buscar salidas a las mismas. ------
“No se requiere tener en la cabeza la información exacta sobre los accidentes geográficos, los presidentes, los algoritmos, la gramática o los símbolos químicos, como había supuesto la escuela tradicional.
Ahora bastará con una tecla de un computador o un celular para acceder a cualquier información necesaria. De la misma manera que hoy en día no tenemos que recordar los números telefónicos, ya que éstos se pueden archivar magnéticamente. A propósito, ¿cuántos números telefónicos sabe usted si se le pierde el celular?
Lo que sí necesitamos con urgencia es que los jóvenes sepan dónde y cómo encontrar la información, cómo interpretarla, analizarla y contrastarla de diversas maneras. Que puedan trabajar hipotética y deductivamente con ella; es decir, requerimos de competencias para argumentar, deducir, inferir e interpretar”, como bien lo señaló recientemente a la revista Semana el experto Julián de Zubiría, director y fundador del instituto Merani.
El problema no es sólo de profesores, es del sistema educativo colombiano que está viciado por una postura egocéntrica de apostar por aprender los conceptos dejando de lado el interpretar, pensar y leer críticamente para resolver problemas.
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