Lo que era uno de los lugares más bonitos, frescos y agradables del centro de Ibagué hoy se ve desolado, luce como tierra arrasada y triste –bueno, como casi toda la ciudad hoy-.
Lo visto con la bajeza del debate y discurso en las últimas semanas en la carrera presidencial, es el libreto clásico de la estrategia política del desespero, frente a quien se sabe va de lejos adelante y está a dos rayitas de ganar, es decir, Gustavo Petro.
El país debe dar de una vez por todas la discusión abierta sobre la regulación del consumo recreativo de la marihuana o el cannabis. Llevar este tema a la esfera pública es un deber urgente para con ello frenar esa macartización moral y social que existe sobre consumidores medicados o recreativos. No nos echemos cuentos, muchos conocemos en nuestros contactos un amigo, compañero, conocido, familiar o vecino que es consumidor ocasional de esta hierba y no por eso es un delincuente, depravado o malhechor.
Alegres debemos estar todos porque de una u otra forma esta Semana Santa que comenzó el sábado anterior, marca el inicio real de la reactivación económica y social, luego de dos años de pandemia y de uno que le antecedió marcado por la explosión social e inconformismo frente a la realidad del país, que a propósito, como está, sigue insostenible y es una verdadera ‘olla’ a presión a punto de volver a estallar.
Esta campaña presidencial en Colombia va a requerir que todos nosotros como prosumidores (Toffler, 1980) hagamos los mejores y mayores esfuerzos en cuanto a no tragar entero y no caer en las fake news, que hoy pululan como virus por redes y medios digitales. Sin duda ya estamos -como nunca antes- maduros en la ingesta de los productos colgados a migrados a través de la Internet.
Los cambios sociales, culturales o comportamentales casi siempre se producen sutilmente, sin mucha notoriedad o ruido, hasta que son lo bastante evidentes para tratar de detenerlos y comprenderlos; son lentos e indetectables hasta el momento en que se producen los llamados estallidos o puntos de no retorno generados al juntarse un cúmulo de situaciones y circunstancias, dicen los sociólogos.
Es hora de dejar el folclorismo electoral tan nuestro y tan típico en Colombia, respecto a los resultados del Congreso de la República y de las consultas para presidencia. El que ganó, ganó y el que perdió quedó por fuera. Si existen pruebas de fraude deben presentarse públicamente, de forma irrefutable, sustentadas y soportadas ante las instancias pertinentes, los organismos internacionales y la opinión pública. Urge parar la especulación y dejar de echar leña al fuego, avivar miedos, odios y pugnacidad en medio de la situación económica y social que vivimos.
Al cierre de esta columna, no había certeza de la conformación exacta al Congreso por el Tolima, es decir, de Cámara y Senado. Ojalá las cábalas hayan acertado y tengamos por lo menos cuatro senadores de esta ‘tierrita’ (los primos Oscar y Miguel Barreto, Guillermo Pérez, Ana Paola o para algunos incluso Ferro).
El próximo 13 de marzo la Coalición Centro Esperanza, el Equipo por Colombia y el Pacto Histórico irán a las urnas para definir su candidato único para la Presidencia de la República, el mismo día en que debemos elegir un nuevo Congreso, Senadores y Representantes a la Cámara. Todo lo cual sin duda marcará el partidor en la disputa por el poder político colombiano para los próximos cuatro años.
Ya no interesa ni a qué horas ni por donde vaya o cual vía utilice. Ibagué está hecha un caos vial. Los atascos, trancones, ‘tacos’ o como se les quiera llamar son pan de cada día y parte ya del paisaje de la ciudad. Situación que sin duda se ve agravada por el pésimo estado de las pocas vías principales, los cráteres aquí y allá que deben esquivarse, la falta de señalización y la mala conducta de los usuarios de las vías.