El ejemplo de Harold Fry

Siempre se nos ha dicho que la lectura es propicia para emprender innumerables viajes por el mundo, conocer escenarios exóticos, personajes maravillosos, situaciones extraordinarias, sin necesidad de invertir grandes capitales y, lo mejor, sin salir de la casa. Y es verdad.

Quizá la pobreza actual de nuestra cultura se deba a la inexistencia de ese compromiso de cada uno con la lectura para que nuestra población sea más libre, más generosa y rebase el egoísmo primitivo de los ignorantes. Para que supere la reacción instintiva de las emociones y privilegie el conocimiento y la razón.

Imagínense que he hecho un viaje desde el Sur de Inglaterra, frente al Canal de la Mancha, hasta el Norte, en los límites con Escocia. He conocido pueblos que jamás habían pasado por mi mente y he tropezado con personas verdaderamente increíbles que me han enseñado mucho de lo que ha de ser el ser humano en su lucha por la supervivencia.

Y lo he hecho de la mano de Harold Fry quien, ya setentón y jubilado, recibe en Kingsbridge la carta de despedida de una antigua compañera de trabajo, que vive en Berwick, y todo cambia para él. En ella le cuenta que agoniza víctima del cáncer.

No le es fácil encontrar las palabras para responderle a Queenie, pero hace una corta misiva y va a depositarla en el buzón de correos, a pocas cuadras de su casa. Es cuando decide que sería mejor ir personalmente a darle respuesta, y emprende el viaje a pie de más de mil kilómetros de recorrido y ochenta y siete días de esfuerzos y aventuras.

Lo primero que uno piensa es que entre los dos hubo una historia de amor poco clara y es necesario resolverla. Incluso Maureen intuye que Harold lo que hace es abandonarla para irse a rescatar su antiguo amor de empresa. Pero no. Lo que hay detrás es un secreto que sólo se resuelve cuando el peregrino llega al sanatorio de Berwick y convergen las diferentes historias planteadas.

En el curso de la caminata Harold va reflexionando sobre su vida, su trabajo, su amiga moribunda, los amigos de la familia, su mujer, su hijo, su fracaso como pareja. En realidad, una gran disquisición sobre la condición humana.

Este viaje fascinante, cruel si se quiere, lo hice al leer la novela de la escritora Rachel Joyce, que ella tituló “El insólito peregrinaje de Harold Fry”, y colmó mi ambición de leer siempre un libro interesante.

Es su ópera prima, pero de una calidad sorprendente.

Léanla. Lloren si quieren, por esa carga emocional que abunda en cada página, pero no serán ajenos a esta hermosa novela. Porque leer es, en verdad, una experiencia enriquecedora.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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