Este maravilloso invento transformó por completo la historia de la humanidad porque popularizó el libro, hasta entonces objeto de culto de los jerarcas de la Iglesia y de las monarquías europeas, y empleó monjes y frailes quienes, mediante la reproducción por manuscrito, alimentaron el conocimiento religioso y científico de sus comunidades y de sus monarcas.
Pero si a uno le dicen que Gutemberg fue un delincuente, un ser despreciable que, aunque creó la imprenta, fue ladrón del invento, entonces siente que se derrumba el soporte que ha justificado nuestro acervo intelectual durante tanto tiempo.
Que la Biblia de 42 líneas, o Biblia de Gutemberg como se la conoce, la primera que se imprimió en Alemania en una imprenta no fuera obra de él, si no de otros inversores e impresores alemanes, es por lo menos decepcionante.
Claro que hay que reconocer que algunos llamados pilares de la humanidad han llegado a serlo por sus obras y no por sus vidas, porque fueron seres miserables, mezquinos, delincuentes y hasta deformes.
Pues esta información la extraje de la lectura de la novela del escritor argentino Federico Andahazi “El libro de los placeres prohibidos”.
Maravillosa novela histórica que nos revela no sólo la personalidad del inventor de la imprenta sino el mundo sórdido y mentiroso en que se mueven la justicia y el gobierno en la época del oscurantismo. Como nosotros ahora, con una justicia venal y unos políticos despreciables, lo que confirma en verdad nuestra inmersión en el oscurantismo.
El fiscal que acusa a Gutemberg y a sus socios es Sigfrido de Maguntia. En apariencia un dechado de virtudes, un ser preocupado por la pureza de las costumbres y guardián las layes y el orden establecido de la sociedad de Estrasburgo en el siglo XV.
Pero sucede que el crimen de Gutemberg fue haber falsificado la Biblia, mientras en la ciudad unos asesinatos atroces deberían llamar la atención de las autoridades. En el Monasterio de las Adoratrices de la Sagrada Canasta, un burdel refinado para los aristócratas de entonces, algunas prostitutas comienzan a aparecer muertas, desolladas vivas.
La relación de Gutemberg con los asesinatos es la figura de su acusador pues Sigfrido de Maguntia resulta ser el asesino de las habitantes del burdel. El libro de los placeres prohibidos estaba escrito en la piel de las escogidas y él pretendía copiarlo.
La novela es el proceso judicial y es la historia inicial de la imprenta y es el transcurso de la perversión humana en la historia universal.
Una buena lectura para abogados, escritores y amantes de la buena literatura en general.
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