¿La solución? educar

Parece inverosímil pero cada cierto tiempo se legisla o decreta de emergencia para reprimir conductas que perturban el normal desempeño de la ciudadanía en su convivencia en general.

Por ejemplo, ley seca para que la gente no se mate por la euforia y el licor. Pico y placa para evitar los trancones de carros innecesarios. Embargos para quienes no paguen sus impuestos a tiempo. Certificado de buena conducta para acceder a un trabajo.

Son innumerables las disposiciones emanadas de la nación, de los departamentos y de los municipios, cada una con sobradas razones para decretarlas, tratando de que no nos matemos como animales, como seres primitivos que peleamos y asesinamos por objetos tan estúpidos como un celular, una mirada de admiración por la belleza o unas palabras dichas a destiempo.

¿De quién es la culpa de esa conducta atrabiliaria de los ciudadanos? ¿Por qué esa manía de violar la ley, de pasar por encima de las disposiciones legales para sentir orgullo por haberlas transgredido?

Sólo un pueblo ignorante, en el cual crecen y se desarrollan la ley del más fuerte o el más vivo, el culto al delito y la mitificación de la conducta agresiva de los delincuentes, sean estos de cuello blanco o de pistola al cinto, puede exhibir como importante el desarrollo de conductas tan siniestras.

Desde cuando se enfilaron las baterías contra las humanidades en las universidades o se abolió la enseñanza de la historia y la geografía como materias específicas en el pensum escolar, nuestros niños y jóvenes han crecido al garete, inmunes al conocimiento de lo que hemos sido, lo que somos y lo que podemos ser, erráticos en la búsqueda de las soluciones a nuestros problemas, más tendientes a la sumisión que al pensamiento crítico y más propensos al gozo del momento que al análisis de las posibilidades de una mejor vida sobre la tierra.

Y sin respeto por lo que existe, porque no tienen ni idea de para qué lo tienen al frente, sólo la posibilidad de destruirlo para sentirse vivos. Desde objetos hasta personas. Por eso se asesinan padres y profesores, amigos, hermanos, novias y todo lo que contravenga sus caprichos.

De ahí que la solución a tanto despropósito sea la educación. Una educación desde la primera infancia en el que el comportamiento social sea prioritario y en el que se cree un clima de convivencia y de respeto por el otro, por la necesidad de conocer el pasado, entender el presente y proyectar el tiempo venidero.

Educación que debe continuar en la juventud y en la edad adulta para que se actúe no por miedo a la represión y al castigo sino por respeto a la vida y al suelo que pisamos.

Credito
BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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