Parece increíble pero la imagen que nos da la justicia es la de su venalidad y ligereza, su preocupación por otras cuestiones que no tiene qué ver con el castigo a los culpables y el ordenamiento jurídico del país, peor aún, la desfachatez con que liberan y absuelven a ladrones y asesinos con base en una maraña de leyes, disposiciones, beneficios y rebajas, a las que sólo los delincuentes de alto rango pueden acceder.
Se absuelve a los que tengan billete, porque en este país del Sagrado (¿será sagrado todavía o ya lo habrán enlodado también con la compra o venta de parcelas en el cielo y el perdón que dicen sólo Él es capaz de brindar?) también se compra la inocencia, la culpabilidad, la honra y la conciencia.
Si se tiene billete, pues qué mejor que optar por viajar al exterior, no sólo para burlarse de la justicia ya burlada sino para dejar que otros se peleen el puestico y en ese maremágnum de ambiciones se olvide el estropicio cometido.
También se puede aludir falta de garantías (ellos eran quienes nos las ofrecían, qué payasos) o persecución política (como si uno no supiera que se tapan con la misma cobija, a pesar de sus bravuconadas) y organizar la vida en otro país con el poquito de plata que les quede de su inmejorable y honesta labor de funcionarios públicos.
Cada año descubrimos el escándalo más grande de la historia (ya esta historia no cabe en ningún libro, ni siquiera en el de los Guinnes Récords), y entre escándalo y escándalo ganan los corruptos el premio de nuestra indiferencia, pues es tal la impunidad que los ciudadanos optamos por el dejar pasar, el dejar hacer, hastiados de tanta putrefacción y tantas ollas podridas destapadas y ningún castigo.
Ya pocos recuerdan que hubo un tal Restrepo que nos engañó con la desmovilización de un grupo subversivo inexistente o que otro, un tal ministro de vacas y cultivos, ferió los recursos de los campesinos con gamonales, terratenientes y reinas de belleza, y se voló para asilarse porque era perseguido político.
¿Esta es la justicia que nos merecemos para vivir bien? Para que ellos vivan bien en los paradisíacos territorios de mar y sol de la Florida, o invirtiendo en el progreso de países como los de Centro América, o radicándose en los subyugantes paisajes de Canadá o al pie de las faldas del Papa en la siempre nueva aunque antigua Roma. La ciudad eterna.
Y las altas cortes pensando en ajustar sus miserables sueldos y multiplicar sus futuras pensiones, mientras el pueblo aguanta hambre, roba para sobrevivir y recibe por ello “todo el peso de la ley”.
Un bonito país, qué verraquera.
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