La poeta Miriam Alicia Sendoya Escala

libardo Vargas Celemin

En el momento de hacer un balance de la producción de las poetas nacidas en el Tolima, se evidencia un gran vacío en contraste con el número de libros publicados. No ha sido este género muy cultivado por las mujeres y menos afortunado en cuanto al reconocimiento por parte de la crítica nacional. La mayoría de los textos editados se quedan rotando entre familiares y amigos y no trascienden los límites de la parroquia. Son pocas las excepciones, y tal vez por ello es que el nombre de Miriam Alicia Sendoya se posiciona como una de los más destacadas poetas de la región.

La poeta Miriam Alicia nació en Ibagué y aquí se inició en sus escarceos poéticos desde muy joven, aunque un sentido de la responsabilidad la llevó a burilar al máximo su producción, en un acto de compromiso extremo con los lectores. Participó en algunos talleres y decidió encarar el reto de compartir lo escrito con la crítica, campo en que sus libros se han defendido solos. Es autora de los poemarios: ‘GiraSol’ (2000), ‘Soles rotos’ (2003), ‘Breviario para el jardín’ (2004) y ‘Muro de sombras y de pájaros’ (2014), este último Gran Premio de Ediciones Embalaje del museo Rayo, el año anterior.

Miriam viajó hace varios años a Chile para rehacer su vida sentimental y a recibir a los poetas tolimenses que van de tránsito por estas tierras, desde allí sigue escribiendo con devoción, generando un tipo de poesía distinto a los textos lacrimógenos que abundan en el medio. Ella entendió que su camino era el de la brevedad y por él discurren sus versos cortos, cargados de gran sensibilidad y apuesta por la profundidad. Así lo percibe nuestro poeta Nelson Romero Guzmán, cuando afirma que “estos poemas breves se arman como peldaños de una escalera ávida de luz hacia la estancia donde habita el cuerpo”.

Un sutil erotismo se despliega por los versos de sus libros: “La cazadora / se vistió de domingo/ se bañó de lejanía/ y espero la noche /para retozar/, nos dice en su poema ‘Distancia’, mientras que en ‘Soles rotos’ confiesa: Soy/lento reflejo de la vid/ que me bebe/ y ese erotismo se hermana con el hedonismo que se puede respirar entre las estrofas que se esfuerzan con cierto laconismo, heredado del haiku, para dejar una huella, una constancia.

La poesía escrita por mujeres de esta región logra, con el premio y la edición del libro de Miriam Alicia, un reconocimiento oportuno para ese puñado de zurcidoras de versos que hablan desde sus miradas y sus sentires. De igual manera ella comienza a escalar el muro de los reconocimientos gracias a su silenciosa pero vital experiencia.

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