« °°° En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos: -« ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?» Jesús les respondió: -«Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo.” °°° (Mateo 11, 2-11).
La obra de Cristo habla por sí misma. Es la obra de alguien que ya había sido anunciado con mucha anterioridad desde el profetismo en Israel. (cf. Juan 5, 37 -39).
Jesús no intenta ganarse la admiración del público recurriendo a casos extraordinarios. Se cumple en Él todo aquello que había sido anunciado: Él es el Hijo de Dios, (Lucas 1, 32); Él es quien debía venir al mundo, Él es el Salvador del mundo. Él es el señor de muertos y vivos. (cf. Romanos 14, 9). Él está por encima de todo principado (Efesios 1, 20-22). Él es el señor del cosmos. (cf. Efesios 4, 10).
En Él la creación, encuentra su recapitulación. (cf. Efesios 1, 10). Él es quien presenta Juan el bautista. Su obra no depende de nadie en la tierra. Su obra es eminentemente celestial, está en comunión con su Padre.
Jesús desarrolla el programa de su Padre celestial. La ocasión para conocerlo y asimilarlo es la fe. Es complicado entender los planteamientos de Cristo mientras no esté de por medio la fe en la obra de Dios.
La pregunta del Bautista sobre la identidad del Mesías, parece un poco extraña: -« ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? (Mateo 11,3).
Juan guardaba un concepto de Jesús; llegado el momento, las ideas no coinciden, se hace necesario que el Maestro, disuelva el enigma.
El Nazareno responde: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. (Mateo 11,5).
La obra de Dios, habla por sí misma. Así lo confirma el mismo Jesucristo, y por supuesto que se lamenta de la terquedad del hombre: “La sabiduría se justifica por sus obras” (Mateo 11, 19).
Juan el bautista, es un personaje importantísimo como precursor del Redentor del mundo. Es el ejemplo de la penitencia, de la oración, del sacrificio, el humilde, el prudente, aquel que presenta al Nazareno, como el cordero que quita el pecado del mundo. (cf. Juan 1, 29). Aprendemos de Juan, lo que mucho se le valora y aprecia a un ser humano: La coherencia entre lo que dice y lo que hace. Aprendemos de Jesús de Nazaret: Él es el Mesías. No hay lugar a equivocación. Su vida y su obra, demuestran el Reino que su Padre celestial, le pidió instaurar.
Cuida tu salud: Quien le cree a Dios, no necesita explicaciones.
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