Un sacramento del agua y del Espíritu Santo

Jairo Yate Ramírez

«En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo, diciéndole: -«Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?» Jesús le contestó: -«Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así todo lo que Dios quiere.» °°° Mateo 3, 13-17. La Sagrada Escritura presenta el bautismo, como un sacramento de consagración a la vida de Dios, de transformación y purificación del ser humano, de adquisición de virtudes que nos van a dar la mano en la vida y nos van a capacitar para enfrentarnos al mundo hostil.

 San Juan Bautista se preocupó por preparar y disponer el espíritu de la comunidad creyente para recibir a Cristo, el Mesías, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Utilizó el agua como elemento natural y purificador, para con este signo enseñarle a la humanidad que es necesario estar limpio para entender el misterio de Dios. 

El Hijo de Dios, bautiza con agua y con el Espíritu Santo. El bautismo es el sacramento por el cual Dios nos acepta como hijos suyos, para amarnos y cuidarnos como Padre amoroso hasta llevarnos al cielo.

Nuestra Iglesia Católica enseña que: Los sacramentos están ordenados para la santificación de las personas, a la edificación del cuerpo de Cristo, a dar culto a Dios. Suponen la fe, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y acciones; por esta razón se llaman sacramentos. (cf. Sacrosanctum Concilium 59).

El bautismo es un sacramento de la fe. Nos convierte en discípulos del Maestro de Nazareth. Nos bautizan en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. (cf. Mateo 28, 17-19). 

Ser bautizado es contar con la Gracia de Dios. Creados a imagen y semejanza de Dios, participamos de la vida de Dios cuando recibimos el bautismo. El bautizado configura su vida con la de Cristo, a través de la gracia sacramental, y más concretamente, en la unción con el Crisma, participa en el sacerdocio real de Cristo. (cf. Gálatas 3, 26-29). 

Todos los bautizados formamos parte de la familia de Dios que es la Iglesia. (cf. 1 Corintios 12, 13). Aprendemos a vivir como bautizados: Con un inmenso amor a Dios, con un respeto sagrado por lo que somos y hemos recibido, con una prudencia diligente en la relación con el mundo. Todo bautizado debe ser ejemplo para las demás personas.

El Papa Francisco enseña que “el bautismo es el fundamento de toda la vida cristiana. (cf. Catecismo 1213). Es el primero de los sacramentos, ya que es la puerta que permite a Cristo el Señor tomar morada en nuestra persona y a nosotros sumergirnos en su Misterio.

”Cuida tu salud: Quien es bautizado no es indiferente a su Iglesia.  

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