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Cada 13 de noviembre Colombia hace un homenaje a las miles de personas que perdieron la vida luego de quedar sepultadas en lodo en la tragedia que vivió Armero hace 37 años. El desastre natural más fuerte que se haya presentado en el país.
Los libros de historia relatan que la avalancha arrasó finalmente con 4.200 viviendas, destruyó 20 puentes y acabó las vías sin que nada quedara útil. Armero tenía 42.000 habitantes y el número de muertos pasó de los 25.000.
Pese al tiempo transcurrido, cientos de personas procedentes de Ibagué, Bogotá y municipios aledaños como Lérida, Venadillo, Honda, Mariquita, Alvarado y Armero-Guayabal, pueblo que se formó con sobrevivientes de la tragedia a unos cinco kilómetros de las ruinas del antiguo Armero, arribaron hasta el ‘camposanto’, con el fin de rendirle un homenaje a las cerca de 25.000 víctimas de la avalancha ocurrida en 1985.
Entre las actividades que integraron la tradicional conmemoración, se ofreció una eucaristía en el Parque Central de la Vida, presidida por monseñor José Luis Henao Cadavid, acompañada de una lluvia de pétalos de rosas como ofrenda, realizada por la Fuerza Aérea Colombiana en honor a los fallecidos.
Otro de los eventos especiales, fue la proyección gratuita del documental Raíces del Olvido del director armerita, Jorge Montealegre, que narra la historia de la tragedia de Armero, desde el punto de vista de varios sobrevivientes y la negligencia del Gobierno durante el acontecimiento.
“En esta oportunidad, quisimos rendir un homenaje a la memoria de las víctimas, los sobrevivientes y los familiares de quienes perdieron su vida en este trágico hecho”, afirmó la alcaldesa (e) de Armero - Guayabal, Cristina María Perdomo Cuéllar.
Más allá de un homenaje
Durante la conmemoración, la mandataria municipal aprovechó su presentación protocolaria para enviar un mensaje al Gobierno nacional, con el fin de que la ley 1632, por medio de la cual se rinde honores a la desaparecida ciudad de Armero y a sus víctimas, se incluya de una vez por todas, dentro del Plan Nacional de Desarrollo.
“Esta ley contempla una reconstrucción integral, económica, social y turística, con la cual se busca brindar un progreso a Armero-Guayabal, que ha estado tan olvidado por tantos gobiernos nacionales”, dijo.
En ese sentido, además de rendir un homenaje a la memoria de las víctimas, la conmemoración de este año tuvo como objetivo realizar un nuevo llamado al compromiso de todos los políticos y gobiernos afines, líderes nacionales y departamentales para que generen acción sobre esta ley de honores a Armero, y no quede únicamente como un “saludo a la bandera”.
Toma masiva de muestras de ADN
En el lugar, se llevó a cabo la jornada de toma masiva de pruebas de ADN, investigación liderada por la Fundación Armando Armero, con el apoyo del Instituto de Genética Yunis Turbay, que tiene el propósito principal de lograr reencuentros, aminorar el duelo y darle tranquilidad a las familias de los desaparecidos, quienes se acercaron hasta el punto, con el fin de ubicar a sus seres queridos.
‘Memorias’
Manuel Guillermo Camayo Soto fue uno más de los sobrevivientes, “esa noche de la avalancha de Armero, perdí a la única hija que tenía en ese momento. Ella iba a cumplir trece años, se llamaba o se llama, porque puede ser que aún esté viva, Norma Constanza Camayo Núñez, la perdí mientras íbamos huyendo, en el trayecto desde lo que llamábamos ‘el Mercadito’, hasta la salida de la calle del cementerio, hasta ese día, nunca más la volví a ver. La busqué por mucho tiempo, pedí ayuda al Gobierno como muchas otras familias, sin embargo hasta hoy, no he tenido suerte de encontrarla. Fue una tortura, ese día para mi fue vivir el ‘juicio final’”, afirmó.
Otra desgarradora historia que se vivió esa noche, es la de Gabriel Rojas, a sus 34 años, vivió en carne propia todo lo acontecido en la tragedia, lamentablemente perdió a 26 familiares. “Perdí a mis 26 familiares en la tragedia. Muchos me han preguntado ¿usted por qué se salvó? Yo creo que fue por saber nadar…
Según lo relatado, la avalancha lo tomó por sorpresa cuando iba conduciendo, “esa noche, cuando pasé por lo que era el hospital, se vino el agua desbordada del río Lagunilla; el lodo y la lava, me arrastraron cuesta abajo, hasta la calle 12 dónde me estrellé contra un bus. Aunque logré salir del carro, mi cuerpo entero quedó atrapado hasta el cuello entre el lodazal y los escombros, duré 3 días enterrado en ese mismo lugar, pidiendo ayuda a quien veía, pero los rescatistas me gritaban: “¡primero los niños!” y se limitaban a limpiarme la cara y darme agua, mientras le daban prioridad a los menores”.
A Flor María Vargas Daza, la avalancha le arrebató a sus tres hijos y a su esposo, de quienes hasta el momento se desconoce su paradero. Actualmente con ayuda de su único hijo Antonio de Jesús Tapiero Vargas, de quien se encontraba embarazada durante la tragedia, continúa su proceso de búsqueda por su propia cuenta. Durante la jornada conmemorativa, Flor y su hijo, visitaron el puesto de toma de ADN, con el fin de obtener ayuda en este proceso.
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