Ya han transcurrido cinco años desde la formulación de la “Visón Tolima 2050” y veinte años desde su primera edición, la “Visión 2025”, y los efectos de esos ejercicios prospectivos han sido más atraso e incertidumbre.
No es a modo de denuncia, protesta o propuesta como abocaré una de las tantas evidencias objetivas del inexorable y tenaz proceso degenerativo que venimos sufriendo los tolimenses y que parece no tener fin.
Iniciamos otro año de predecible inercia, abusos y atraso para Ibagué y el Tolima en general, pues es innegable que en este 2025 tampoco avanzaremos hacia un estadio superior de vida (progreso con equidad social) porque los progresistas, sin importar sus credos políticos, pero todos mostrándose indignados con la autocracia, la estulticia, la cleptomanía y la nadería o las anti virtudes que nos conducen hacia “el futuro” y, por ello mismo, obligados a buscar la ruta correcta para cambiar el rumbo, jamás quisieron debatir o conversar siquiera sobre algo tan sencillo y lógico como es la visión bifocal del concepto de cambio nacional y del cambio regional.
Invitando a tantear una proposición deductiva, finalizo un año más de reflexiones críticas y propositivas sobre la realidad tolimense, que ni es evolutiva ni es inmutable porque siempre muta en regresión social, económica y ambiental, áreas cardinales que, en suma, revelan el nivel de vida y la prospectiva del futuro de los tolimenses.
En sociedades hoy modernas y prósperas y en alguna época atrasadas, la historia dice cómo sus grandes cambios tuvieron un comienzo, pero, con plena certeza, señaló que en el Tolima el cambio jamás empezará si insistimos en hacer lo mismo que siempre hicimos bajo la tesis del progresismo difuso e imbuido de talante caudillista y mesiánico que “ni cosquillas hace” a las hegemonías cleptómanas que solo cambian su mascarón.
Parece que al ninguneo y la incomprensión estamos expuestos quienes pensamos “fuera de la caja”, (pensar distinto) o rechazamos los anacrónicos paradigmas dominantes que, en vez de señalar al Tolima el norte correcto, lo desorientan y lo hacen vulnerable ante unas jaurías depredadora.