Políticos y politólogos

Alberto Bejarano Ávila

La “política” tolimense bien se refleja en el espejo de la decadencia.
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Por obvio es axiomático que, para ser buen político o politólogo en un contexto socio territorial histórico y específico, es necesaria la conjunción de profundos conocimientos y competencias. La historia; el orden sociológico; la antropología u orígenes y culturas; el conocimiento del territorio; la orografía, los recursos naturales y sus potencialidades; una elevada concepción del desarrollo; la visión de futuro digno para las próximas generaciones y el modelo económico que lo haría posible; un perspicaz proyecto político para construir progreso basado en la autonomía regional; una democracia real ejercida por respetables organizaciones político-electorales. En fin, estos y más saberes y destrezas diferencian al buen político del politiquero arcaico y ramplón.

Si alguien sabe si en el Tolima alguna vez la política fue respetable, bien podría refrescarnos la memoria, pues el suscrito, en su largo trajín, cuando más vio fugaces excepciones de ética y sabiduría que no lograron alumbrar el horizonte tolimense y ahora observa cómo cada día es más ostensible la palabrería vacía, las ínfulas, la manipulación, el egocentrismo, la codicia, el abuso del erario, los clanes hegemónicos y más tropelías infamantes que cada cuatro años entran en frenesí para arraigar los abusos, sin que, en respuesta, veamos siquiera atisbos de cambio, pues el progresismo opaco, que en el escenario nacional parece gallito en función de agendas personales, en el Tolima actúa como avestruz para ignorar el desastre regional.

Por aquello de las sociedades históricas, el país de regiones, las autonomías de los territorios identitarios, o descentralización, se entenderá que la renovación del país inicia en regiones realmente progresistas, pues solo estas afirman el progresismo nacional, o igual, el gobierno del cambio nacional será frágil mientras el progresismo regional sea débil y, por ello, quienes no son actores de cambio regional no serán actores de cambio nacional. Hemos atestiguado autoelogios, promesas falsas, intrigas, zalamerías, pero jamás un exhorto ideológicamente consistente para desanclar al Tolima y, si existió, por favor recuérdenoslo, pues quienes por vocación política deberían pensar el futuro y agenciar el cambio tolimense, aún no superan el electoralismo sin fines superiores, aúpan egos y ortodoxias de izquierdas y derechas y se niegan a tantear siquiera las ideas regionalistas y, así, adrede o no, están atizando el atraso.

No creo que sea infidencia recurrir a un suceso reciente para precisar lo atrás dicho. Resulta que por coincidir, en principio, en que la Dra. Carolina Corcho sería buena opción para llevar al Gobierno del Cambio hasta 2030, se creó un grupo de WhatsApp y se acordó dialogar con la Dra. Corcho respecto a una sinergia, inédita, para construir país construyendo región, pero algunos, en su derecho, pero  sin entender el propósito, se matricularon “de una” en aquella precandidatura, revelando, de buena fe, que hay tolimenses que procuran un buen gobierno nacional sin procurar la redención del Tolima y así, embozados de “políticos o politólogos” eluden o voltean la espalda a la prioritaria obligación de construir región para construir país.

Alberto Bejarano Ávila

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