PUBLICIDAD
Su presencia en el gobierno del cambio fue sólo una estratagema electoral con la que audazmente el hoy presidente Gustavo Petro consiguió encausar hacia su proyecto político, el sentimiento de cientos de ciudadanos que apostaban por una transformación real en la conducción de los destinos de la nación.
Los nadies y las nadies que invocaba Marquez en cada una de sus apariciones de campaña se fueron haciendo más invisibles, con el paso del tiempo, tanto como la promesa de justicia social, equidad y oportunidades que se convirtieron en una narrativa más de la retórica presidencial.
Promesas en la carrera por la presidencia de las que se abanderaron como la creación del Ministerio de la Igualdad resultaron efímeras y se limitaron al más literal de los sentidos: Tramitar un proyecto de Ley que diera vida jurídica a la nueva cartera y entregárselo a la Vicepresidenta para su administración.
Pero el fracaso en el lobby parlamentario vino pronto, cuando, por errores insubsanables de procedimiento, la Corte Cconstitucional determinó dejar sin efecto jurídico las actuaciones de los legisladores.
A juicio de los magistrados, no hubo un análisis de impacto fiscal para la creación del Ministerio, como lo prevé el artículo séptimo de la ley 819 del año 2003, que, determina las normas orgánicas en materia de presupuesto, responsabilidad y transparencia.
De acuerdo con el alto tribunal, la omisión en el legislativo conllevó a que se incurriera en una violación al artículo 151 de la Constitución Nacional.
En el mismo sentido, la Corte dispuso que la recién creada cartera se mantuviera vigente, solo hasta la culminación del actual periodo presidencial.
La sentencia proferida en mayo de 2024, agravó las ya de por sí regulares condiciones del despacho ministerial que cerró la vigencia con una pírrica ejecución presupuestal de apenas el 3%.
La inexperiencia en lo público de quien se convirtió en una revelación de la política, encarnando el anhelo de los sectores populares, pero también a las mujeres y las minorías raciales excluidas por décadas, se hizo más grave en el momento en que decidieron dejarla sola.
A juzgar por los términos de la despedida fue como si, premeditadamente, figuras dentro del gabinete mismo hubiesen orquestado todo para inducirla al error y justificar así, a la postre, la inconveniencia de su continuidad al frente de esa cartera.
Visos de ello los dio, al borde de las lágrimas, la propia Francia Márquez en el televisado Consejo de Ministros donde se dirigió específicamente a la figura de la ahora canciller y por buen tiempo jefe de Gabinete, Laura Saravia.
La Vicepresidenta que también admitió en ese mismo espacio no haber conocido antes de las elecciones a Gustavo Petro, ni a su círculo más cercano, se hizo incómoda para algunos “poderosos” de la Casa de Nariño, incluso en sus apariciones mediáticas, no siempre prudentes, por las que le impusieron cierto veto e incluso pretendieron mantenerla entretenida en giras diplomáticas, sin mayores resultados como la mentada visita al continente africano.
Pretender atribuirle toda responsabilidad a Márquez, por este fracaso, raya en los límites de la violencia política, pero claro, el costo que debería recaer sobre los hombros del jefe de Estado acaban pagándolo los fusibles que cambia a su antojo cada vez que el agua le sube al cuello.
Ahora es incierto el futuro de la primera Vicepresidenta afro en Colombia y es que desde la promulgación de la Constitución de 1991, solo Humberto de la Calle y Germán Vargas Lleras registran en los antecedentes de quienes habiendo llegado legítimamente y respaldados por el voto de mayorías hasta esa dignidad, han decidido dimitir a la que en últimas acaba siendo nada más que eso, una figura decorativa, sin mayores posibilidades de incidencia en los asuntos del Estado.
Mientras todo ello ocurre, el sinsabor lo sienten en especial las comunidades olvidadas del Pacífico, las organizaciones de mujeres, las poblaciones vulnerables del Cauca, los colectivos LGBTIQ cuyas ilusiones se fueron en helicoptero. Los mismos que si hoy buscaran una respuesta en el alto gobierno, al mejor estilo del fraseario de la ahora exministra seguro solo obtendrían un rotundo: “pues demalas”.
Comentarios