Anorexia: atrapadas en la moda

Se dice que el siglo XX ha permitido a los occidentales conquistar su cuerpo, especialmente a las mujeres quienes al parecer ahora deciden sobre este.

Atrás quedaron los días en los que un ataque sexual era una afrenta al honor familiar que se resolvía con la sangre del agresor o con un matrimonio: el asaltante pagaba su deuda casándose con la víctima. Aun cuando nos podemos preciar de estas conquistas, quedan resabios de estas antiguas costumbres, por ejemplo, cuando un hombre celoso prohíbe a su compañera que planifique porque podría engañarlo, o cuando se culpa a una mujer abusada con el siguiente argumento: “Ella se lo buscó”. Persisten en la cultura algunas de estas concepciones que atentan contra la dignidad de la mujer.

Pero estas conquistas de nuestro tiempo, no han superado del todo prácticas denigrantes, además han puesto en evidencia nuevas problemáticas: las nuevas angustias que traen consigo las responsabilidades de dotarse de un cuerpo a la medida de los caprichos de moda. Me explico: hace unas semanas, escuché la narración de una mujer joven que tiene problemas graves de la piel, no le crecen las uñas, está enferma del hígado y aún se le cae el cabello. Ella lleva varios años recuperándose de las consecuencias de su anorexia, pues dejó de comer porque le decían en casa que estaba gorda y porque en una escuela de modelaje la rechazaron por su peso. Si en la Edad Media, el pánico cundía cuando asomaba el hambre y se ajusticiaba a los molineros acusados de acaparar el trigo, hoy el pánico se sirve en un plato, al punto que el deseo de no comer ha llevado a la muerte a muchas jóvenes. Perseguir el cuerpo que uno desea, ha llegado a ser peligroso.

Pero estos excesos derivados del deseo de poseer cuerpos a la medida del deseo, han generado en un extraño comercio: se comenta que distintas especies de mafiosos en el mundo solicitan mujeres a la medida, en otras palabras, de acuerdo con las especificaciones del cliente, diversas empresas modelan en el quirófano los cuerpos de las mujeres que luego les remiten.

Nuevas conquistas, nuevos miedos, nuevas enfermedades, nuevos mercados ilegales. Ya no podemos tranquilizarnos suponiendo que esto ocurre en otros escenarios: en el país crecen las cifras de suicido, especialmente de mujeres jóvenes, así como los casos de anorexia y la trata de blancas. Y sólo por curiosidad puede uno asomarse a las páginas web de “Anas y Mías” (anoréxicas y bulímicas) para detallar los consejos que unas y otras se dan para distraer el ansia de comer y el modo como se justifica esta muerte dolorosa en aras de la estética de la delgadez, la libertad de expresión y ese afán de ser aceptado por los demás. ¿Nos escandalizamos? Sí. Pero ¿cambian en algo nuestras exigencias estéticas luego de los golpes de pecho? Muy poco, se sigue admirando el mismo estereotipo de mujer bella y criticando al resto.

Ahora bien, se dice que Agustín de Hipona dijo: “No es más rico el que más tiene, sino el que menos necesita”. Para el caso, tal vez valga la pena parafrasear: no es más bello el que más cirugías se ha practicado, sino el que está más satisfecho con el propio cuerpo, sea flaco, gordo, con la nariz un poco caída o la frente muy grande… tal vez, valga la pena estar contento con esas imperfecciones que nos permiten escapar de las angustias de nuestra época de conquistas y deseos peligrosos.

(*) Director del Programa de Ciencia Política de la Universidad de Ibagué

Credito
JOHN JAIRO URIBE SARMIENTO (*)

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