¿Para qué sirven los premios?

Fuad Gonzalo Chacón

Cada año en España se convocan alrededor de unos 6.000 premios literarios diferentes y es justamente debido a esta metástasis competitiva que cada vez son más las voces que en foros de todos los colores se sublevan para cuestionar la utilidad social de la existencia de tantas distinciones.
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La última ha sido la Editorial Zenda, quien con ocasión de la primera edición de sus propios galardones y con el maestro de la provocación tras bambalinas, el gran Arturo Pérez-Reverte, ha reunido a los miembros de su jurado, todos grandes nombres de la industria y el periodismo español, para responder al más polémico de los interrogantes culturales de la actualidad: ¿para qué sirven los premios?

La reconsideración del peso específico de estos eventos tocó techo con el episodio ocurrido en 2023, y ya bien conocido por todos, en el que el Premio Planeta se le otorgó a la presentadora de televisión Sonsoles Ónega por su novela “Las Hijas de la Criada”, decisión que generó un maremágnum mediático y serias críticas de todos los sectores de la prensa, particularmente por tratarse del concurso mejor dotado del mundo (1.000.000€), bastante lejos de las cifras que facturan otros reconocimientos de talla internacional como el Princesa de Asturias (50.000€), el Booker Prize (60.000€), el Alfaguara (175.000€), el Pulitzer (10.000€) y hasta el mismísimo Nobel de Literatura (890.000€).

Pero más allá del rapapolvo monumental de una hora que se llevó el Premio Planeta en el evento de Pérez-Reverte, donde incluso se llegó a pedir que la propia editorial se quitara la careta y reconociera abiertamente que su organización es una mera campaña de marketing en la que todos estamos encantados de participar año tras año, lo cierto es que, en general, algo no estamos haciendo bien colectivamente en la escogencia de los libros más importantes de la lengua castellana en cada uno de estos certámenes. ¿Por qué? Sencillo, conforme pasa el tiempo y las traducciones de estos se van asentando en distintos idiomas, ninguno de ellos, tanto la obra laureada en sí como el autor artífice de ésta, consiguen resaltar más allá del limitado redil de Hispanoamérica.

Así pues, por ejemplo, en el Booker Internacional, no sólo el español nunca ha alcanzado la gloria, sino que los representantes latinos que llegan a las finales, aunque pertenecen en su mayoría a sellos importantes, continúan siendo relativamente poco conocidos hasta que reciben el baño de masas de su nominación. Caso contrario ocurre con el Goncourt francés, el cual a pesar de tener un bote simbólico (10€) suele colar la novela elegida, e incluso obras posteriores de sus ganadores, en las listas más significativas de los mejores libros de cada año. El caso más reciente es el de Mohamed Mbougar Sarr, la perla negra del Senegal descubierta en 2021 que tiene enloquecida a la crítica especializada de The New York Times.

Sabiendo que ni la cantidad ni la calidad son nuestro problema, pues en español se escribe mucho y muy bien, tal vez sea momento de encender la maquinita de la autocrítica para entender qué estamos haciendo mal.

Fuad Gonzalo Chacón

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