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Los jóvenes no tienen miedo. Lo dicen sus cantos, sus bailes, sus pancartas, sus consignas y su valerosa lucha de estos días, donde hasta sus vidas han perdido.
No tienen miedo a reconocer que Colombia ha estado atrapada, desde sus inicios, en una sin salida, donde siempre han dominado los poderosos que han hecho de este país uno de los más inequitativos de la tierra. Y no tienen miedo a decir: “Ya no más. Vamos a meterla toda para que este país cambie”.
Los jóvenes están abiertos al diálogo, pero el diálogo no es humor, es pura realidad. Por eso causa indignación ver a los funcionarios del gobierno Duque apendejados cuando intentan explicar el buen trato que les dan a los manifestantes y de las gestiones del desgobierno para solucionar problemas sobre los cuales no tienen idea. Parece que fueran parlamentarios del Tolima, caídos en uno de los enormes huecos que están abriendo en las calles de Ibagué, para que se escondan los que han vuelto el dinero oficial nido de pájaros, pero no de los que sembraron el terror en la época de Gurropin, quien por lo menos, cuando entendió que la gente no lo quería, sacó la maleta y abrió el portillo. Un ejemplo que podría imitar Duque t.v.
La falta de diálogo sincero en procura de la paz y el desarrollo del país, nos tiene galopando en un ambiente de violencia aprovechado por los que le temen a la verdad y reconocen en silencio su aporte al manto de sangre que cubrió al país, especialmente al Tolima. Ahora si ven porque mandaron al carajo la enseñanza de la Historia y por qué se caen estatuas de asesinos.
Entre charla y charla, además de los temas obligados de reforma tributaria, de salud, pandemia, desempleo, miseria, tenemos otros temas para dialogar. Podríamos comenzar por las metidas de escarpines con organismos internacionales de una ex ministra que sale contratada para asustar niños, los discursos de aulas mínimas de la lora sin estaca, de la Vaca Loca, de la Paloma Violenta y pasen de la tanda de humor al lagrimeo por el desgobierno, por las volquetadas de pendejadas que sueltan en espacios fletados, periodistas de petates gastado y los que justifican los asesinatos de líderes sociales que quieren justicia, igualdad, trabajo y paz. De pronto estas charlas convertidas en diálogos normales puedan servir para que los que manipulan la finca, se den cuenta que vale la pena pensar en el futuro y entre los descansos pueden entender que el Ancianato de Ibagué está pasando las duras y las maduras por carencia de gobierno, que el periodismo fletado toma las riendas de las noticias y la delincuencia cultural se tomó el paseo.
Ñapa.- El asesinato del joven Santiago Murillo en una de las manifestaciones de Ibagué no puede quedar impune.
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