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De acuerdo con la información del Quinto Censo Nacional de Arroz Mecanizado (2023), este producto se siembra en el 18% de los municipios del país, en un área de 589.848 hectáreas distribuidas en 25.084 unidades productoras. Esto tiene como resultado un total de 3.188.267 toneladas de arroz producidas para el consumo interno, reflejadas en un consumo per cápita de 45 kilos de arroz blanco al año, siendo más alto este número en poblaciones vulnerables, de acuerdo con la Encuesta Nacional de Calidad de Vida (ECV) medida para el año 2023.
En términos de producción, de acuerdo con la UPRA, el 13% del área cultivada en el país corresponde al arroz, liderando en la categoría de cereales. Puntualmente para el departamento del Tolima, tomando como referencia el año 2022, es el cultivo temporal con mayor extensión y producción, con un total de 96.721 hectáreas y 697.360 toneladas respectivamente, obteniendo rendimientos de 7,37 ton/ha, superiores al promedio nacional.
Los anteriores datos demuestran la importancia que tiene el arroz para la dieta de los colombianos, junto al potencial tangible del departamento del Tolima en su producción. Lo anterior no es casualidad, ha sido fruto de procesos organizativos y de investigación liderados por tolimenses. Esto se traduce en desarrollo económico y social, ya que junto al café y la ganadería han impulsado a que este sector sea el mayor aportante al PIB departamental con un 22,9 %, incluso mayor al aporte del comercio, principal actividad de su capital Ibagué.
Esto adquiere mayor relevancia cuando se analiza el perfil del productor de arroz y las oportunidades que le brinda el cultivo. De los cerca de 12 mil productores que existen en la actualidad, el 41% viven en zonas rurales y el 78% cuentan con formación educativa básica y media. Esto significa que mayoritariamente los arroceros del país son habitantes rurales, de orígenes campesinos, que han logrado consolidar un sistema productivo que les ha brindado oportunidades de progreso a través de las generaciones, mejorando su calidad de vida.
Todo el anterior contexto hay que apreciarlo para entender el impacto social y económico del cultivo del arroz. A la par que brinda alimento para todos los colombianos, el cultivo del arroz ha sido un elemento central para inyectar recursos económicos en las economías locales, así como un factor de movilidad social. Si se tiene en cuenta que, de acuerdo con la OCDE, en Colombia se necesitan 11 generaciones para salir de la pobreza, hay que valorar inmensamente aquellos productos que a pesar de sus problemas aportan valor agregado.
A partir de este análisis se debe comprender la crisis actual. Si bien la cara visible es la comercialización, hay que pensar en soluciones que vayan más allá y se vuelvan parte integral de una política de desarrollo rural. A continuación, se enuncian algunos puntos clave:
1. Hacia el futuro se deben evaluar medidas para garantizar que la mayor parte del arroz consumido en Colombia sea nacional. Lo anterior para apoyar la economía de departamentos arroceros, pero también para no depender de la fluctuación de precios internacional del grano. Al perder la producción como activo estratégico ponemos en riesgo nuestra soberanía y seguridad alimentaria, así como la capacidad de influir en la pobreza multidimensional.
2. En el mundo se producen más de 776 millones de toneladas de arroz al año. Es decir, la producción colombiana es el 0,3% del total. A partir de ese dato, debemos buscar un mercado especializado para exportar arroz de alta calidad. Para ello hay que hacer un análisis de las variedades con mejor relación costo – beneficio, buscando el escenario comercial adecuado.
3. El fortalecimiento del arrocero va de la mano del acompañamiento técnico del ingeniero agrónomo. Es importante un equilibrio económico, social y ambiental, por eso se debe fomentar continuar con la investigación y desarrollar modelos productivos con fácil replicación. Es de resaltar programas como AMTEC, de la Federación Nacional de Arroceros.
4. La planificación del área a cultivar para cada cosecha permitiría focalizar la extensión agropecuaria y la asistencia técnica, así como tener mayor control del producto nacional y combatir el contrabando. Además, permitiría regular la comercialización interna, incluso posteriormente pensando en acceder a mercados internacionales por medio de la siembre de variedades con alto valor en zonas con mayor potencial para el cultivo de ellas.
Finalmente, se trata de mantener el cultivo del arroz en las zonas donde históricamente han tenido un alto impacto de transformación económica y de movilidad social. El arroz no solo ha sido un alimento básico en la dieta del colombiano, sino que forma parte integral de su cultura. Valorémosla, apoyémosla y apostemos a un desarrollo integral de las zonas arroceras.
Referencias bibliográficas
Federación Nacional de Arroceros. (2024). Caracterización socioeconómica, ambiental y tecnológica del arroz en Colombia Análisis de los resultados del Quinto Censo Nacional de Arroz Mecanizado. Recuperado de: https://fedearroz-website.s3.amazonaws.com/media/documents/Caracterizacion_socioeconomica_ambiental_y_tecnologica.pdf
Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. (2024). Perfiles Económicos Departamentales Departamento de Tolima (Oficina de Estudios Económicos). Recuperado de: https://www.mincit.gov.co/getattachment/eda93571-34c2-48d8-956e-6cffb358d488/Tolima
UPRA. (2022). Tolima: Documento regional. Recuperado de: https://upra.gov.co/Kit_Territorial/2-%20Informaci%C3%B3n%20por%20Departamentos/TOLIMA/2-%20Documento%20Regional%20UPRA%20Tolima.pdf
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