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Fortunosamente la sensatez del grueso de la opinión reflejada en las encuestas llevó al Congreso a solidarizarse con las mayorías al hacer que los votos que en primera instancia sugerían su aprobación, terminaran por rechazar la torpe reforma.
Pero ahí no ”cesó la horrible noche”, en tanto en cuanto advino otro embeleco, encarnado en otro proyecto de reforma condensado en 77 artículos -que muchos juzgan como “revancha” por la derrota del de la salud-, este de naturaleza laboral y diseñado bajo una anacrónica orientación prosindical y definitivamente antiempresarial.
Y es que en este nuevo engendro no solo se contraría una realidad orbital, sino que se afecta la maltrecha economía del país, dado que va en contravía de la actual flexibilización laboral que en el mundo entero se impone derivada de la implementación de la virtualidad y las nuevas tecnologías como el trabajo en línea o el remoto desde casa, o modalidades ya no tan nuevas y eficaces como los empleos temporales; aguza la inflación, de por sí ya desbordada; contribuye a la desaceleración económica del país, y aumenta los costos de producción al atentar contra el empleo formal y estimular el desempleo y la informalidad puesto que atenta contra la productividad al intentar reducir la semana laboral a 42 horas y la jornada de trabajo de 6 a.m. a 6 p.m. e incrementar la remuneración de dominicales y festivos, desestimulando de esa forma además la inversión que está demandando el crecimiento económico.
Pero lo más grave, es que todo esto se plantea sin considerar las diferencias de nivel existentes entre empresas grandes, medianas, pequeñas y/o microempresas, conduciendo estas últimas a su desaparición dejando de reconocer que la gran mayoría de la masa trabajadora del país está conformada por quienes laboran en unidades productivas de reducido tamaño o hacen parte de la gran masa de informales que subsisten de realizar labores o tareas ocasionales y al ejército de desempleados que pulula en nuestras urbes.
Invencible proclividad al radicalismo, falta de conocimiento de la realidad económica (¿y el ministro de hacienda que?) o cualquiera sea la causa de tan desacertados proyectos, lo cierto es que vienen acompañados del ropaje retórico que pretende inflamar las pasiones, nublar la razón. y fraccionar la patria.
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