Un aliado poco fiable

Las revelaciones de ‘The Guardian’ sobre que la National Security Agency, NSA, intervino 200 teléfonos de jefes de Estado y de Gobierno han generado revuelo en Europa. Una de la líderes más indignadas es la canciller Ángela Merkel.

Las preguntas obvias son: Por qué y para qué espía a sus aliados EE.UU. La socorrida disculpa del terrorismo es tan peregrina como insultante. Washington quiere controlarlo todo, y está echando al cesto de la basura lazos de amistad con aliados naturales.

La noticia reforzó la unidad de los 28 países de la UE, que reaccionaron de manera enérgica y veloz (una auténtica rareza). Para Merkel la interceptación de su teléfono móvil es “totalmente inaceptable”; hace un par de meses informó a las autoridades estadounidenses de su malestar por estas prácticas y esta semana lo reiteró en una conversación telefónica con el presidente Barack Obama, cuyo equipo insiste en negar los hechos, una cuestión que ya nadie duda.

Hace menos de un mes, Dilma Rousseff decidió postergar, “por mutuo acuerdo”, su visita oficial a Washington debido al espionaje, la primera de un presidente brasileño desde 1995 y la única a celebrarse este año en la Casa Blanca; al anunciarse la decisión la prensa norteamericana alucinaba y subrayaba que era un hecho sin precedentes en la diplomacia de EE.UU. Ningún país había declinado antes una visita de estado a los EE.UU. Fue tanto el malestar de Rousseff que no quiso asistir a la cena ofrecida por Obama a los presidentes en la inauguración de la Asamblea General de la ONU en Nueva York. En una conversación telefónica éste intentó convencerla pero de nada sirvió. Para la presidencia brasileña la interceptación de las comunicaciones es “incompatible” con la coexistencia democrática entre amigos. Brasil quería una disculpa de Washington pero Obama se negó. Probablemente, algunas de las consecuencias de este espionaje sean la compra de armas por mil millones de dólares de Brasil a Rusia y la decisión de participar en el proyecto ruso Sukhoi T50, un avión caza producido en asocio de India. Como consecuencia, la Boeing podría perder un jugoso contrato para proveer a la fuerza aérea brasileña 36 aviones de combate. Por otra parte, la actitud de Rousseff la hizo repuntar en las encuestas y recuperar el liderato en la intención de voto para las elecciones presidenciales de 2014, tras el bajón de junio. A propósito, su vicepresidente podría ser el expresidente Lula da Silva.

Pero volvamos a las preguntas. ¿Por qué y para qué escucha EE.UU. las conversaciones de sus aliados? Es un efecto colateral del fin de la guerra fría. El mundo marcha hacia la multipolaridad y la primera potencia sabe que la competencia es esencialmente económica y tecnológica; pero China, la UE, Japón, Rusia, India y Brasil cada día crecen, y esto les permite conformar centros regionales de poder que amenazan la hegemonía americana. El espionaje resulta una prioridad estratégica. EE.UU. quiere saber cómo se mueven sus competidores. Pero no hay nada oculto entre cielo y tierra, y abusar del espionaje podría derivar en un peligroso aislamiento internacional. Y digo peligroso, porque esta época es esencialmente de redes y cooperación (para lo cual la confianza es indispensable) y porque la tendencia actual parece empujar el centro gravitacional mundial hacia Eurasia, en donde viven las dos terceras partes de la población mundial y están las principales fuentes de energía. 

EE.UU. podría quedar marginal como un aliado poco fiable, a quien se debe tener en cuenta sólo por su inmenso poderío militar. Esta semana Vladimir Putin brindaría con champaña. Cero y van tres: el asilo a Snowden; el freno a la intervención americana en Siria y ahora este revés. De repente, las cosas comienzan a ir mal para Washington.

Credito
GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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