En los próximos 20 años más del 50 por ciento de la población mundial vivirá en áreas urbanas. Eso supone un reto inmenso en movilidad, basuras, consumo energético y medio ambiente. Hace unos días Medellín vivió una emergencia ambiental por contaminación, las autoridades tuvieron que restringir la circulación de coches. Fue un campanazo. Situaciones similares han vivido varias capitales del mundo, Beijing entre ellas.
La falta de planeamiento y gestión inteligente de las ciudades ha generado que éstas se vuelvan caóticas, inseguras, polucionadas y estresantes. De allí que muchas personas, particularmente jóvenes, estén de regreso a poblaciones de tamaño medio e incluso al campo, en donde la vida es más amable. Las TIC potencian mucho este fenómeno. Si se dispone de buen internet, es posible prestar servicios al resto del planeta. El problema es que las poblaciones medianas, tipo Ibagué, no se preparan para encarar presiones migratorias y rápidamente se congestionan y adquieren los problemas de las grandes urbes. De allí viene la importancia de reaccionar y formular estrategias orientadas a la gestión urbana, la cual cada día será más compleja. Se requiere de herramientas de planificación (para conocer anticipadamente la demanda en servicios públicos) y gestión gerencial de la movilidad, las basuras, la contaminación y la seguridad, entre otras.
Actualmente, se está dando un movimiento que crece rápidamente. Son las ‘smart cities’, o ciudades inteligentes, basado en la incorporación de las tecnologías a la planificación y administración de sistemas automatizados que permiten optimización de recursos y mayor eficiencia. Ejemplos sencillos: semáforos que funcionan conforme a las necesidades del tráfico, vale decir, con programación dinámica, o alumbrado público inteligente, para garantizar ahorro energético. Un ejemplo de ‘Smart City’, en España es Santander, que tiene más de 12.000 sensores de medición que capturan datos del nivel de CO2, ruido, tráfico y humedad, que no solo formulan modelos de predicción, sino que toman decisiones autónomas. El sistema está pensado para que si se configuran determinados cuadros, digamos de contaminación, restringa de forma automática la circulación. La finalidad no es otra que garantizar calidad de vida, salud, comodidad y eco-eficiencia.
Ahora que Ibagué tiene Alcalde, la ciudad haría bien en formularse preguntas clave orientadas a saber cómo transformarse en una ‘smart city’. Una de ellas, en torno a la movilidad. Es algo que no da espera. Guillermo A. Jaramillo ha propuesto Tranvía y Metro Cable. Ambas le darían un nuevo aire y proyección. La ‘solución’ que los ciudadanos se están dando, automóviles y motocicletas, es forzada por las circunstancias pero no es inteligente ni eficiente y amenaza con hacer caótica la ciudad. Estos proyectos pueden convertirse en realidad si existe voluntad política colectiva y se le asignan gerentes competentes que los lideren. Con la estructura administrativa actual es casi imposible.
Ibagué tiene sobre Bogotá una ventaja competitiva inmensa: su calidad de vida. Preservémosla. Afrontemos ya el reto de la movilidad. Esta sería una muestra de que tenemos el espíritu necesario para convertirnos en una ‘smart city’.
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