¿No hay en quién confiar?

Un pavoroso caso de posible abuso sexual a seis niñas de segundo de primaria en una institución educativa de Ibagué pone de relieve, una vez más, la desprotección permanente de la infancia en nuestro país.

Una vez la denuncia se hizo pública, la Alcaldía de Ibagué activó la ruta de atención para estos casos y la Secretaría de Educación puso los hechos en conocimiento de la Fiscalía.

Por su parte, la gobernadora del Tolima, Adriana Magali Matiz, en línea con su posición de defender a la mujer y a la niñez, se pronunció de inmediato en su cuenta de X: “Quiero ser enfática e invitar a todas las niñas, los niños y las mujeres a no callar, a denunciar cualquier forma de abuso o violencia. Expreso todo mi respaldo, en lo que pueda ser útil, a la secretaría de Educación de la Alcaldía de Ibagué y, en especial, a las niñas y sus familias que denunciaron presuntos abusos sexuales por parte de un docente”. Así mismo, instó a la Fiscalía y al resto de las autoridades a actuar con prontitud para evitar que el delito quede impune.

El fenómeno de  maltrato (que ya no es una rareza, sino una situación cotidiana) no disminuye; por el contrario, hasta octubre de este año hubo en Colombia 78.124 reportes, un 8% más que en 2023, cuando se registraron 71.851 denuncias Los departamentos que más registran casos son Cundinamarca, Antioquia, Valle, Santander y Tolima.

La violencia contra los niños y adolescentes deja secuelas físicas y psicológicas que los afectan a ellos, a sus familias y al conjunto de la sociedad. Un niño maltratado presenta mayores riesgos, en su edad adulta, de desarrollar conductas delictivas; es más proclive a las adicciones y a presentar trastornos de conducta asociados a la agresividad.

Los infantes no están seguros. En sus hogares son golpeados, abusados, e incluso asesinados, por sus padres, padrastros o cuidadores; en el vecindario corren el riesgo de caer en las garras de pedófilos, y los jardines infantiles y las escuelas tampoco son un entorno que les brinde seguridad. Dolorosamente, los niños no tienen en quién confiar. Además de condenar y castigar a los culpables de los abusos, es preciso que la sociedad proteja efectivamente a los menores.

 

EL NUEVO DÍA

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