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Por no ser simple problema coyuntural o crisis pasajera sino endémica enfermedad, nuestro subdesarrollo habla mal de las generaciones de líderes sociales, económicos y políticos del Tolima, de su academia y de su intelectualidad, que, en vez de mimetizar esa grave realidad con aquellos anuncios incoherentes, ya tendrían que haber reconocido de manera explícita tan nociva realidad y haber logrado un gran acuerdo para desligarse de sus evidentes causas y proponer soluciones novedosas, reales y factibles que, obligadamente, comenzarían por crear y liberar arrolladoras fuerzas progresistas en la sociedad, la economía y la política para situar a cuarenta y siete municipios (el Tolima) en el correcto camino hacia el desarrollo.
¿Qué hacer? Las respuestas son variopintas, pero creo que muchos aconsejarán hacer más de lo mismo porque ello siempre les resultó “rentable”, sobre todo a los gamonales políticos y a quienes medran alrededor de ellos, pero quienes en verdad nos preocupa el destino del Tolima, estamos obligados a mantener firme nuestra convicción de que un buen sincretismo de sociedad, economía y política solo puede emerger de una reconstrucción, o construcción si se quiere, del tejido social. Si los tolimenses nos mantenemos tozudamente en el arcaico desatino de creer que el economicismo y el politiqueo son las únicas vértebras del progreso y nos negamos plantear nuestro futuro sobre el fundamento antropocéntrico, se agravará y eternizará la fragmentación social, la exclusión y toda laya de crecientes conflictos.
No es fácil exponer la visión de la complejidad que entraña el fundamento antropocéntrico para nuestro progreso, pues ello exige partir del contexto histórico territorial tolimense, sin desoír otras voces, pero sin infectarse del síndrome del lorito analítico (acabo de inventarlo) que consiste en la ciega vocería de lo indicado desde otros contextos, otros intereses y otras intencionalidades (algunos “analistas” la exponen como agudeza de su magín), pues así no construimos pensamiento propio y si nos condenamos a vivir en un limbo sombrío. El cómo rehacer al Tolima no es receta culinaria o ritual populista, es un complejo mapa conceptual del que pocos quieren oír y menos ayudar a tejer porque, lo señalé atrás, exige una compleja disrupción analítica o lectura profunda del contexto histórico, territorial y sociológico para extraer ideas fuerza que puedan desatar el genuino fenómeno de transformación tolimense.
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