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Porque parece que la palabrería sin sentido o pertinencia restauradora seguirá encubriendo la política sin ideas y porque los obligados a ser conceptualmente serios no son los causantes del atraso tolimense sino quienes anhelan realmente su prosperidad, ahora debo decir que el progresismo tolimense tampoco existe y que por ello la palabra cambio seguirá siendo un comodín para la alternancia electoral que, cuando se logra, igual sigue construyendo atraso. El progresismo tolimense será simple eufemismo mientras confundamos personalismo con individualidad, confusión que se demuestra recordando que la “utopía” personalista sí pudo lograrse y por ello existen personajes que se hicieron “célebres” y seguramente millonarios con la politiquería ególatra, pero jamás vimos un equipo de valiosas individuales unidas por un mismo fin: rehacer al Tolima. Así entonces existen alternativos, pero no progresistas.
No existirá progresismo mientras avales y militancias de los autodenominados progresistas emanen y se asienten en el partidismo centralista, anacrónico, variopinta e indudablemente gestor y defensor de un sistema que, para prevalecer, procrea desigualdad, desplazamiento, violencia, racismo, clasismo, daño ambiental y más injusticias que laceran a la gran mayoría de colombianos. Para reconocer y acompañar al progresismo tolimense, que no alternancia electoral, sus tutores deben demostrar unidad de propósitos, visión integral o sistémica del territorio tolimense, acuerdo programático y estratégico para redimir al Tolima (incluyendo a Ibagué) y que los postulan y avalan partidos realmente progresistas y descentralistas; Solo la unión, la visión y las ideas compartidas de futuro legitimarán al progresismo tolimense.
Para que no parezca oportunismo, la crítica del progresismo no puede limitarse a denunciar, censurar y reprobar personas y hechos coyunturales ni debe desentonar con el progresismo nacional, pues es grosería basar la política tolimense en caducos cacicazgos de la “política” colombiana. La crítica del “progresista” es oportunista y vana si su fin es injuriar al politiqueo para conseguir votos y no construir lo que la politiquería jamás construyó y, por ello, la crítica debe tener sincronía con el principio de causalidad que explica el atraso tolimense para que así nazca el acuerdo sobre un cerebral y gran proyecto político que logre redimir al Tolima.
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