“… Esa es la cuestión”

Alberto Bejarano Ávila

Una delgada línea divide la crítica objetiva de la crítica casuística y de ahí que, por lo general, la primera deba sustentarse para no descontextualizarla de la historia y para correlacionarla con la ley de causalidad, o de otra forma, criticar y denunciar problema graves por sí mismo no significa ayudar a solucionar la vieja problemática social y, al contrario, paradójicamente así es como, a veces, ayudamos a enraizar la resignación, el desaliento y esa retórica innocua que alcahuetea que el tiempo transcurra sin que nada nuevo ocurra. Por ello hoy, en la luna miel de los neogobernantes, el pasado aconseja esperar lo mejor, pero alistándonos para lo peor, pues pronto sabremos si ellos portan o no, los genes del caciquismo feudal y antiético que desde hace cuatro o cinco décadas paralizó al Tolima, o si llegan imbuidos de una íntegra conciencia histórica para empezar su transformación.
PUBLICIDAD

Una forma elemental para entender el pasado tolimense y desde allí avizorar su futuro seria recordar lo que hace poco o hace mucho se dijo y que ahora, con nuevos rótulos, pero igual propósito, se empieza a decir. Recordemos: aeropuerto internacional; metro elevado y cable aéreo para Ibagué; SETP; Ibagué mejor ciudad para hacer negocios; autoferro a La Dorada; acueducto complementario; inauguración del triángulo del Tolima; industrialización; mejor vividero del mundo; vías terciarias; pleno empleo… y la lista no acaba. Además, recordemos: muchos premios al mejor gobernante; condecoraciones y “honores” a granel; instituciones premiadas por su alto desempeño; mejor desempeño fiscal; primeros en miríadas de cosas; expertos en todo… y el listado igual no acaba. De todo lo oído, la pregunta crucial: ¿Por qué, con tanto éxito, experticia y esclarecida y visionaria inteligencia, el Tolima va para atrás?

¿Será que la fuerza maligna del caciquismo feudal invadió el espíritu tolimense? Ello parece revelarse cuando se habla o escribe sobre problemas sociales para conseguir simpatías más no para expresar verdades, pues la verdad suele ser impopular y por ello mismo la antípoda del narcisismo. La dura verdad es el rezago tolimense y sus causas bien soslayadas y por ello es censurable que, quienes dicen preocuparse por los problemas sociales, eludan la verdad con intelectualismo innocuo, pues reconocer verdades obliga a ser consecuente y por tanto claramente progresista. Así entonces, más nocivo que la existencia del caciquismo feudal, al fin y al cabo, el maligno existe, es encubrir con sofismas la urgencia de un exorcismo para expulsar ese endriago feudal de la psiquis paradigmática de los tolimenses.

Quizá un día no lejano los tolimenses todos, en especial su liderato privado, publico, político, educativo, intelectual, mediático, cívico y ambiental, acordemos que el Tolima no siga siendo marginal y si moderno y próspero. En plano shakesperiano diría que los tolimenses debemos entender que ser o no ser prósperos, es la cuestión, pues ello decide el futuro de las nuevas generaciones y, si progresar es la decisión, entonces debe surgir un liderazgo transformador y moderno y finalizar la era premoderna del caciquismo feudal.

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios