SOBRE LA ÍNDOLE POLÍTICA TOLIMENSE

Alberto Bejarano Ávila

Cuando mi justificado escepticismo se insufla, pienso que nuestra dirigencia, social, política y económica (excusen que generalice), carece de una visión superior del desarrollo regional, pues nuestro día a día solo muestra preocupaciones por propósitos y problemas pequeños, desvelos tal vez bienintencionados, pero que no corresponden a una exaltada perspectiva de modernidad; de madurez cultural; de implosión del espíritu emprendedor tolimense; de infraestructura plena y moderna; de industrialización y agro industrialización; de formación de capital tolimense para apalancar crecimiento económico, progreso real y calidad de vida; de eficiencia en los servicios públicos; del imperio de la ciencia y la tecnología; de la defensa y apropiación de los recursos naturales; de la primacía del territorio verde. Por ausencia de ambiciones sanas, nuestra cotidianidad se reduce a lamentos y continua crítica a problemas que son secuelas del atraso y no a entender y eliminar las causas del atraso mismo.
PUBLICIDAD

Por certero e innegable, suelo citar un axioma de Carlo Cattaneo: “los pueblos que se hacen pequeños en su pensamiento se hacen débiles es sus obras”. Esta verdad, que podría crispar a algunos, es válida para el Tolima, pues nuestros días pasan entre pequeñeces reformistas, logros menores, triunfos pírricos, peroratas innocuas, abuso del poder y más indignidades y majaderías que los medios registran como hechos propios del desarrollo. Es necesario decir, con respeto claro está, que dirigentes y tolimenses en general, debemos admitir que nuestra manera de concebir y asumir los derroteros del progreso no está llevando al atraso y que se nos está haciendo tarde para considerar y acoger otros paradigmas que conduzcan al Tolima hacia ese destino intrínsecamente anhelado, pero hoy cegado por el oscurantismo reinante.  

A mi juicio, la manera de resolver la encrucijada es sencilla, bastaría con desenmascarar esa politiquería que nos alucina y nos hace pensar que su índole es políticamente correcta, pues una cosa es la pseudocultura electorera que, como le acontece al Tolima, lleva hacia el atraso y otra la cultura política que conduce a las sociedades hacia la prosperidad. Veamos la índole de la una y la otra: La subcultura electorera emana del egocentrismo, cuyos tiempos, lo dije en otros artículos, terminan en cada elección y, por ello, sus ideas son vacías y cortoplacistas y, además, mediatizadas como genialidades para conferir falso talento a clanes hegemónicos que solo se oxigenan con clientelismo, abuso del poder, corrupción y decadencia endémica. 

Cosa distinta es la auténtica política fundamentada en el antropocentrismo, cuyos tiempos, igual lo dije en otros artículos, son históricos y por ello sus ideas son progresistas y futuristas; los partidos tienen ideología y proyecto genuinamente político; la unidad política emana de un fin superior; sus lideres son ideológicamente estructurados y consecuentes; lo electoral es apenas un episodio del tiempo histórico que, en el mediano y largo plazo, tiene que llevar al progreso. El Tolima tendrá futuro cuando su índole política sea humanista y su fin superior sea alcanzar la cohesión social para construir una economía fuerte, propia e incluyente. 

 

Alberto Bejarano Ávila

Comentarios