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Para hallar la cepa del endémico atraso tolimense podría empezarse por admitir la necesidad de ideologizar el concepto de desarrollo regional, entender que la burocracia y el pragmatismo son necesarios, más no semillas de progreso y excluir de nuestros juicios de valor el prejuicio sobre “buenos y malos”. Amplío esta proposición sobre las razones que podrían enriquecer criterios sobre gobernanza y gobierno, instando a tantear de una paradoja expuesta a modo de pregunta: ¿Es posible que en un cuatrienio de gobierno, municipal o departamental, un “mandatario” realice una “excelente gestión” pero que al final de su periodo los indicadores sociales, económicos, ambientales y de infraestructura demuestren que en nada se avanzó, que los males sociales cada día son más graves y que la regresión es marcada tendencia?
Sí, a la argumentación que pudiera esgrimirse respecto a esta paradoja procediera un fallo afirmativo, es decir, que el limitado y arraigado paradigma de “buen gobierno” (con el favor mediático) señale que el gobernante saliente realizó una excelente gestión en su cuatrienio, mientras que la realidad revela que los problemas sociales y económicos siguen creciendo, entonces la ciudadanía y su dirigencia tendrían que reconocer sus errores de juicio y aceptar con firmeza que, en los cuatrienios venideros de gestión pública, lo más probable es que la inercia histórica del subdesarrollo continúe avasallando, como invariablemente ha sucedido en las últimas cinco o seis décadas. La inveterada treta de obtener galardones como “mejor gobernador o alcalde” de territorios donde cada día hieren más los efectos del atraso, apoca o elimina el concepto de prosperidad, pues admite que las pequeñeces, las obras accesorias y el populismo se enquisten como rasero de excelencia para calificar la gestión pública.
El tanteo de esta paradoja podría propiciar una catarsis para superar ese absurdo paradigma que atiza el círculo vicioso de los “buenos gobiernos” que hacen sostenible el subdesarrollo, pues solo así estaremos conscientes de lo erróneo que es aceptar un funcional e incumplible plan cuatrienal de inversiones públicas como plan de desarrollo departamental o municipal (eso acontece hasta hoy) y para reconocer que “nos quedó grande” la tarea del progreso y, por tanto, que es ineludible asumir la búsqueda de rutas distintas para perseguir la utopía del desarrollo regional. A la inteligencia de los tolimenses debería ofenderle esa tragicómica costumbre de mostrar resultados pastranos como excelsitud de buen gobierno. El vocablo pastrano parecerá rebuscado, pero lo utilizó porque sus connotaciones son fáciles de inferir. De pastrano dice WordReference: “burdo, zafio, mal hecho, mentirá fabulosa, patraña”.
Para que la época de caudillos ahistóricos, episódicos, ególatras y venales acabe, debemos saber que ello sólo ocurrirá si superamos la inopia ideológica y sus erradas ideas de progreso basadas en el juicio de valor banal y moralista. Así nacería una política con sentido histórico, claridad estratégica y liderazgos comprometidos con el futuro de la sociedad tolimense.
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