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De allí la inconsistencia de la fundamentación política del cambio que, por ayudar u obstaculizar los planes nacionales, condena al Tolima al atraso y así, mientras en Colombia algo bueno sucede, en el Tolima casi todo muestra retroceso.
Señaló Nietzsche, y es pertinente hoy, que “los valores en los que hoy en día la humanidad sintetiza sus más altos deseos son valores de decadencia” y la decadencia, como lo precisara alguien, “implica una vuelta al pasado; implica una condena al presente”. Bajo este enfoque diría que reconocer la decadencia, como realidad que nos agobia desde hace varias décadas, es el primer paso para que el progresismo tolimense adquiera propósito consistente, admita que no es con la misma racionalidad y las mismas tretas utilizadas por los causantes y tutores de la decadencia como podemos iniciar la restauración moral, social y económica del Tolima y, porfío, reconozca que el progresismo tolimense debe ser fuerza orientada y cohesionada si pretende cambiar nuestra realidad, así a su interior se discrepe sobre al cambio nacional
El progresismo debe estar consciente de que el Tolima moderno, progresista y futurista será utopía inútil (no indicará caminos) mientras no despertemos del efecto aletargante de esa pócima letal preparada con egocentrismo, cleptomanía e ineptitud que a personas decentes hace creer que un engreído gamonal es líder político; que gestión pública es ocuparse solo de la casuística pequeña que crea espejismos o alucinaciones de progreso; que es presentar informes “sacando pecho” con inversiones del presupuesto que lejos están de ser procesos del liderazgo transformador que propone grandes objetivos y nos convoca a alcanzarlos; que es alzar la voz para agraviar al gobierno del cambio y así merecer titulares y vigencia anodina y fugaz; que es atizar tirrias y divisiones para calcinar el espíritu de progreso y la unidad para lograrlo. Del progresismo al neoprogresismo auténtico, este es el camino.
Parafraseando una locución del “Gatopardo” (Di Lampedusa), “para que nada cambie, todo tiene que cambiar”, en 2011 edité mi libro “Para que todo cambie, todo tiene que cambiar”, a efectos de mostrar cómo, también en el Tolima, el verbo “cambio” se convirtió en muletilla sin sentido y, paradójicamente, usada por quienes deben ser cambiados. Indicó Einstein: “La sociedad avanza al ritmo de nuestro pensamiento, por lo que, si quieres cambiar la sociedad, primero debes cambiar tu forma de pensar”.
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