El ocaso del multilateralismo

Andrés Forero

El siglo XXI ha plantado un verdadero duelo al multilateralismo en el mundo. 
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Los conflictos recientes alrededor del planeta como el de Israel y Palestina, Rusia y Ucrania y la crisis política de Venezuela, puesta en primer plano esta semana con la fraudulenta toma de juramento de Nicolás Maduro, por otros seis años, solo sugieren que esos mecanismos de solidaridad entre estados, persiguiendo propósitos comunes e ideales democráticas y libertarios se hunden irremediablemente a la misma velocidad del Titanic.

El peso del fracaso de estos esfuerzos es aplastante y las evidencias inobjetables.

 La Organización de las Naciones Unidas incapaz de emitir una resolución de condena categórica a la violación de derechos humanos en Oriente Medio, cuando los horrores de la guerra pisotean la dignidad humana.

La  Organización de Estados Americanos reducida a los escuetos comunicados del secretario general, rechazando la flagrante persecución a sectores de oposición que resisten a los regímenes dictatoriales del Continente, cuando el sentido común indica que deberia haber una postura unánime de las naciones para condenarlo y los informes sobredocumentados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos confirmando alteraciones al orden constitucional, sobre los que nadie tiene dudas, acaban por ser un instrumento inerte frente a los sátrapas que sepultan cualquier posibilidad de retorno a la vida democrática, amenazando la estabilidad regional.

Si ninguno de estos organismos logra generar resultados reales y la diplomacia se convirtió en un asunto de  compromiso cero,  aun cuando lo que está en juego es la existencia misma de miles  y la contención de genocidios, entonces técnicamente estamos frente a clubes aristocráticos donde jefes de estado, cancilleres y embajadores  pueden ir a hacer gala de sus habilidades retóricas sin que ello produzca un mínimo acto de fe y esperanza frente a quienes sufren.

La diplomacia no admite zonas grises cuando se reprime violentamente a inocentes o se les forza al destierro invocando cualquier argumento. Y termina arrastrando al abismo de la incoherencia ideológica a gobiernos que se dicen de izquierda progresista cuando incapaces y temerosos optan por la tibieza, escudados en la importancia de las transacciones comerciales y el impacto sobre las economías, más allá de las torturas, las desapariciones, el desangre de civiles, privilegiando el capitalismo salvaje, a cualquier precio.

El argumento se les desvanece además frente al doble rasero. Importan las exportaciones con Venezuela, pero estamos dispuestos a asumir el costo de una ruptura con Israel aunque ello impacte a sectores de la industria o el empresariado.

Esa pérdida de legitimidad frente al multilateralismo se cierne como una amenaza a la paz misma. Es el cruce de la línea roja del respeto entre estados frente al cumplimiento de normas, reglas y acuerdos que nos aseguran la vida en sociedad.

Y se hace más grave cuando líderes mundiales le dan la espalda a ese modelo poco práctico, herido de muerte, intentando deshacer tratados como el que definió los terminós de la entrega y operación del Canal de Panamá y considerando la ocupación militar como en tiempos de bárbaros, o una neoconquista de territorios para cambiar los mapas y plantar banderas.

Algunos teóricos han sugerido que frente a la crisis emerge como camino el minilateralismo. 

Relaciones a menor escala, grupos más pequeños con afinidades ideológicas y líderes con capacidad de injerencia que faciliten el diálogo. Mecanismo que para el caso de nuestro vecindario, tampoco ha resultado exitoso.

Colombia, México y Brasil acabaron burlados por el regimen de Maduro, después de haberse comprometido al desarrollo de elecciones libres, transparentes y con veeduría internacional.

La sinsalida demanda esfuerzos creativos  que reconstruyan el sentido de lo más elemental que une a los pueblos del mundo, la lucha por la supervivencia como una sola especie.  Volver al origen de la integración para recordar que fue la ruptura de todo sentido humano, la transgresión de los principios elementales de evolución como civilización, el quiebre de la razón materializado en el exterminio nazi lo que nos obligó a ponernos de acuerdo frente a mínimos fundamentales.

Esperar otra hecatombe global para actuar sería una crasa equivocación.


 

Andrés Forero

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