Cambio de uso y deterioro del entorno

Carmen Inés Cruz Betancourt

El tiempo pasa y las cosas cambian, es inexorable y hace parte de la evolución. Lo anterior para señalar cómo hay zonas de la ciudad que décadas atrás tuvieron un uso que con el paso del tiempo fue cambiando. Me refiero en primer lugar a los barrios Cádiz e Interlaken de Ibagué, desarrollados inicialmente como zonas residenciales, que en grandes casas albergaron familias extensas en un ambiente seguro, tranquilo y amigable.
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Tiempo después los hijos partieron y poco a poco quedaron los padres o abuelos ocupando inmuebles que finalmente resultaban excesivamente grandes para ellos y antieconómico su mantenimiento. Así sobrevino la venta o alquiler de dichos inmuebles, que en su mayoría fueron tomados por entidades del sector salud, EPS, clínicas, laboratorios, tiendas proveedoras de equipos ortopédicos, droguerías, funerarias y salas de velación. Y en el barrio Cádiz, además, la Registraduría, Notarías y una que otra entidad oficial.

Así, el uso exclusivamente residencial dio paso a un uso institucional predominante. Aquellas casas grandes, con antejardines y jardines interiores, muchas de hermosa arquitectura, fueron  remodeladas y no solo perdieron su belleza y proporciones originales sino que, en algunas inclusive hicieron construcciones y ampliaciones que parecen superar su capacidad de carga; construyeron hasta el último centímetro y se tomaron los antejardines y jardines interiores.

Ese nuevo uso trajo una congestión desbordada y hoy en casi todas las calles se observan largas filas de personas demandando servicios, vendedores ambulantes atiborran calles y andenes, un gran flujo de ambulancias circulan con gran velocidad y enorme ruido; taxis esperando clientes y cientos de vehículos que parquean en ambos costados de las calles y sobre los andenes porque, o no hay parqueaderos o ellos son absolutamente insuficientes. Adicionalmente, muchas de las calles presentan muy mal estado, y todo ello ha llegado acompañado de delincuentes que raponean y amenazan a los transeúntes. En el caso de Interlaken todo ello impacta no solo el interior del barrio sino una vía principal como es la avenida (calle) 19 entre carreras 6ª y 8ª  y, en el caso del barrio Cádiz la carrera 5ª entre las calles 31 y 37.

Algo similar padecen los barrios Macarena y Magisterio, también originariamente residenciales, hoy convertidas en zonas privilegiadas para la operación de restaurantes, hoteles, servicios de salud y funerarias.

Así, con razón los residentes que sobreviven en aquellos barrios, viven temerosos y molestos por la inseguridad que ronda, porque sus andenes y el acceso a sus garajes permanecen ocupados por otros y abrumados por la congestión que les impide una vida tranquila.

Y es que el cambio de uso de unos y otros sectores de la ciudad no debe implicar detrimento en la calidad de vida de la ciudadanía, entonces, la queja enérgica que formulan, no es por el cambio de uso que, como se anotó,  se entiende como un hecho inevitable en el crecimiento de la ciudad, sino porque este proceso no ha estado acompañado por las autoridades competentes que cuentan con los instrumentos pertinentes para asegurar que ese nuevo uso atiende los requerimientos del caso y ofrece la vigilancia debida para asegurar su cumplimiento.

Nota: Mi columna anterior “Piedad con el Salado” generó numerosos comentarios incluyendo algunos indicando que también el sector de El Totumo y el Cañón del Combeima sufren problemas similares a los observados en el corregimiento de El Salado, por la densificación desbordada y el desmanejo del espacio público,  y se suman al clamor para que la Alcaldía actúe con prontitud.   

CARMEN INÉS CRUZ

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