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Cierto, son numerosas las obras que se requieren para atender las inmensas necesidades de las comunidades. El problema está en que una vez construidas, las entidades responsables no asignan partidas suficientes para su mantenimiento oportuno y sostenibilidad de la operación prevista. Así, después de un tiempo, por falta de mantenimiento las obras se deterioran hasta convertirse en inservibles y generar alto riesgo para quienes las utilicen, así sean niños o enfermos.
Los ejemplos sobran; me refiero a uno muy especial y es el edificio de la Facultad de Ciencias Naturales de la Universidad Nacional de Colombia/Sede Bogotá (mi querida Alma Mater); es un enorme edificio que ha albergado miles de estudiantes y docentes, laboratorios y un museo de ciencias naturales con colecciones de gran importancia, pero hoy debe demolerse porque el deterioro que presenta no deja otra opción. La Universidad ha clamado a todos los gobiernos, recursos para darle el debido mantenimiento a ese y otros edificios del campus, pero no ha encontrado respuesta. El presupuesto que recibe es muy importante pero insuficiente, y llega básicamente para cubrir gastos de personal, servicios y otros asuntos que le permitan funcionar, y un mínimo para cuidar las edificaciones y al entorno que la conforma. En consecuencia, el paso del tiempo, la inclemencia del clima y el deterioro natural de los materiales se acumula y, como resultado, parte de aquel edificio está bloqueado por el riesgo que representa y la UNAL afirma que urge demolerlo y construir uno nuevo que puede costar cerca de 60 mil millones de pesos.
Problemas similares conocemos por montones, inclusive muy cerca de nosotros: como el emblemático Parque de la Música (a una cuadra de la Alcaldía), la Concha Acústica, colegios y escuelas, hospitales, puentes y vías, urgidos de reparaciones y mantenimiento no logran atención oportuna, con el riesgo de que si llegan muy tarde, acaso tengan que demoler para construir de nuevo y así continuar con esa absurda fórmula que resulta infinitamente más costosa.
Y qué decir de aquellas infraestructuras consideradas monumento cultural e histórico, que requieren no cualquier tipo de reparación, sino restauraciones artísticas; ellas, sin importar cuanto significan para preservar nuestra historia y atraer turistas, son abandonadas hasta derruirse, tal como sucede en Ambalema. En ese contexto cabe destacar que finalmente, y después de varias décadas, concluyó la restauración del Panóptico de Ibagué; ahora procede culminar algunos detalles pendientes, asegurar su mantenimiento oportuno y la sostenibilidad de aquellas actividades para las cuales fue habilitado, de otro modo, la gran inversión aplicada podría derruirse, igual que la ilusión de tener un escenario adecuado para el cultivo de múltiples expresiones artísticas y académicas.
Qué bueno que aprendiéramos la lección: el mantenimiento oportuno de la infraestructura es tan importante como su construcción.
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