Hablemos sobre la arrogancia y la humildad

Carmen Inés Cruz Betancourt

Arrogancia, soberbia y un ego desorbitado, parecen ser comportamientos que caracterizan a muchos de nuestros dirigentes y a quienes aspiran a serlo, no solo en la política sino en muy diversos ámbitos, y tales rasgos se agudizan sin que quienes así actúan tomen conciencia del enorme daño que se hacen a sí mismos y a otros, porque con ellos lastiman, generan rechazo y hacen que su éxito, si lo logran, sea más difícil y efímero. 
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Lamentablemente son comportamientos se han generalizado tanto que dan lugar a  un llamado a reflexionar sobre el perjuicio que causan. Tal parece que son el resultado de ambientes en extremo competitivos y un ego descontrolado que induce en algunos el deseo de exaltar y exagerar sus méritos, sin entender que con ello generan rechazo a su persona, pérdida de confianza y hasta les convierte en burlesco.  Peor aún,  les puede llevar a la obcecación y al autoritarismo y, todo en conjunto deprime el clima laboral, limita la posibilidad del trabajo en equipo y la solidaridad, indispensables para ganar eficiencia y productividad. 

Procede entonces inducir cambios que lleven a asimilar un poco de humildad, una virtud que consiste en el reconocimiento de las propias limitaciones y debilidades que lleve a actuar en consecuencia. Cabe admitir que este es un concepto que lamentablemente se ha tergiversado y tiende a entenderse como equivalente a ser pobre, sumiso y vulnerable.

Para beneficio propio y de su quehacer, toda persona necesita cultivar esa virtud. Estudiosos de la materia señalan que es posible lograrlo y ofrecen valiosas sugerencias: primero, es imperativo tomar conciencia de los comportamientos arriba anotados hacen mucho daño y segundo, aplicar voluntad y persistencia para superarlos en toda circunstancia. Sobre esta base se estará listo para evitar, por ejemplo: que si llega a un cargo de alguna jerarquía  “se le suba a la cabeza” como suelen decir, no solo porque con ello hacen el ridículo sino también porque los cargos son efímeros.

También deberá asimilar que “nadie se las sabe todas”, y aún personas analfabetas tienen sabiduría y le pueden enseñar en muchos campos. Por la misma razón deberá practicar la escucha respetuosa y activa, con la certeza de que podrá recoger valiosas enseñanzas. Deberá igualmente, reconocer su debilidades y errores, y disculparse cuando se equivoca, especialmente cuando agrede a otros; reconocer y exaltar el mérito de otros y agradecer con generosidad sus aportes. Así mismo, es una forma de expresar humildad, escuchar las críticas con mente abierta, aceptando que algo de ellas puede ser válido y podrían aportarle para mejorar su desempeño o el de los procesos que pretenda sacar adelante; inclusive le ayudará mucho si adopta el hábito de estimularla a manera de evaluación orientada a identificar aciertos y desaciertos así como recomendaciones que ayuden a mejorar. Tendrá que aprender, también, que usted no merece más respeto que sus colaboradores (que no subalternos o sirvientes) ni que aquellos que reciben sueldos inferiores o se ubican en jerarquías menores que la suya.

Si cada cual cuida de estos aspectos y opta por actuar con humildad, entendida en los términos señalados, podremos decir que hemos ganado y que con ello contribuimos de manera contundente a la convivencia y al logro de resultados superiores. La humildad no solo hace mejores profesionales, también, mejores personas. En suma, como lo señalan algunos estudiosos: “La arrogancia resta valor a su talento y destruye sus relaciones. Para lograr éxito en cualquier ámbito de la vida es necesario que el camino se  construya a partir de la humildad”.



 

Carmen Inés Cruz

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