Un equipo que nos enorgullece y una hinchada que nos avergüenza

Carmen Inés Cruz Betancourt

La clasificación de nuestra Selección de Fútbol como subcampeón de la Copa América es motivo de orgullo; mucho más porque su confrontación final fue con el múltiple veces campeón del mundo, Argentina.
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También por la declaración de James Rodríguez como el mejor jugador de la Copa y de Néstor Lorenzo como el Mejor Director Técnico, sumado al hecho excepcional de haber conseguido salir invictos de 27 partidos sucesivos. Por todo ello, ese gran equipo merece nuestra gratitud y aplausos.  

Lamentablemente tan importante evento culminó con el espectáculo bochornoso protagonizado por un gran número de hinchas desaforados que actuaron como vándalos. Violentaron los controles del estadio para ingresar sin boleta; se treparon en árboles para saltar las rejas, se colaron por ductos del aire acondicionado, atropellaron gente sin consideración con los niños que circulaban, destruyeron elementos del lugar y de ese modo retrasaron el partido por cerca de una hora. Afortunadamente la guardia del estadio no respondió con armas, porque habría podido producirse una grave tragedia. 

Penoso que, inclusive personajes reconocidos como el cantante Maluma, desde el palco que compartía con otros famosos, con insultos se sumó al desmadre. También la actitud del Presidente de la Federación Colombiana de Fútbol, Ramón Jesurún y su hijo, llamados a dar ejemplo de control y ponderación, por el contrario, se confrontaron amenazantes con una funcionaria de seguridad, y por ello fueron detenidos; así que hoy circulan profusamente videos, fotos y memes mostrándoles con traje de presidiario, que les perseguirán el resto de sus vidas, más las sanciones que recibirán.

Tenemos entonces que reacciones tan agresivas no se dieron solo entre hinchas que optaron por “colarse”, también entre personas de otros niveles que fueron incapaces de controlar reacciones primarias. Hizo bien el equipo al descartar la recepción masiva prevista en Bogotá y otras de carácter privado, una forma inteligente de expresar su decepción y prevenir desmanes. 

Cabe preguntarnos ¿por qué un evento tan significativo para los colombianos, realizado en otro país y observado por millones de personas de todo el planeta tiene que ser malogrado de este modo? Algunos dirán que también lo hacen hinchadas en otros países, que en Inglaterra son reconocidos los hoolligans por su comportamiento violento y agresivo en eventos de ese orden, pero eso en nada mitiga nuestra vergüenza.   

Si buscamos explicaciones a este tipo de comportamientos no hace falta ir muy lejos, basta recordar los devastadores datos denunciados por la Procuraduría, Fiscalía, ICBF, Policía y otras organizaciones sobre: corrupción, violencia intrafamiliar, maltrato infantil, violencia contra las mujeres, feminicidios, asesinatos de líderes comunales, campesinos, excombatientes, etc, etc. Son hechos que padecemos desde muchas décadas atrás y que hacen parte del escenario en el que se forman y sobreviven niños y jóvenes que pudieran asimilarlos como conductas normalizadas. 

Es evidente entonces, que cuanto se hace para modificar esos comportamientos es insuficiente e ineficaz, entre otras cosas porque, en materia de principios y valores, nada funciona si el discurso no se acompaña con el ejemplo, y especialmente de quienes tienen mayor capacidad de incidencia, como la alta dirigencia de muy diversos niveles y estamentos, los docentes, las madres y padres, la familia, los medios de comunicación, etc. En consecuencia, muchísimo más tendremos que hacer como sociedad para superar semejante tragedia;  asumir ese desafío es tarea que debe liderar la alta dirigencia del gobierno, del Ministerio de Educación y los docentes, y no se pueden limitar a formular políticas, estatutos y leyes que luego no se aplican, el asunto es su rigurosa implementación. ¿Será que en las actuales circunstancias, podemos esperar avances en este sentido?  

Carmen Inés Cruz

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