Negación de la democracia

Para los dogmáticos heliotropos del establecimiento cualquier iniciativa de cambio que busque corregir los desatinos acumulados en el manejo de Colombia, es estigmatizada con el señalamiento de línea roja. Todo les parece que “afecta la institucionalidad” o que es una forma de acabar “con lo que ha funcionado bien”. 

La violencia política en Colombia

En Colombia el sectarismo partidista ha obrado como determinador de la violencia política. Pero no es un sentimiento ajeno a la defensa de los intereses de quienes tienen el manejo del poder o, en general, del establecimiento. Matar al adversario puede estar relacionado con una causa, no siempre visible, articulada a privilegios que representan activos particulares de alcance económico o social. Todo eso está calculado con anticipación y de su manejo se encargan servidores amaestrados en esos ejercicios de imposición agresiva, en la medida que se requiera y conforme a lo dispuesto.

La desastrosa herencia

Los diversos problemas que han afectado a la nación, a partir de su constitución como república o Estado supuestamente con independencia y soberanía, tras haber salido de su condición de colonia del reino de España, no aparecieron de repente. Provienen de vicios consentidos por los gobernantes de turno, los cuales se reprodujeron al vaivén de intereses articulados al poder.
Los desmanes de la conquista, con abusos de autoridad, violencia contra los indígenas y los esclavizados de raza negra, la rapiña para apoderarse del oro y otros recursos naturales, se hicieron constantes en la gestión de quienes estaban investidos de algún mandato.

La cultura también cuenta

Nada justifica la subestimación de la cultura en los programas de gobierno, de los partidos, de la empresa privada o, en general, de las organizaciones que en alguna forma tienen relaciones con la comunidad o ejercen influencia sobre la misma.

La perversidad de mentir

El discurso adobado de mentira para engañar y desorientar, se convirtió en recurso recurrente de no pocos dirigentes colombianos. Y no solamente de dirigentes de nivel medio sino de los de alto nivel, aquellos que tienen influencia en la nación por sus funciones relacionadas con el manejo del poder.

Oscurantismo político

Los vicios consentidos en el ejercicio de la política en Colombia le han restado capacidad funcional a la democracia. Se ha creído que con las elecciones basta, sin tomar en cuenta que estas también están contaminadas de las restricciones impuestas por quienes han manejado el poder en función de sus intereses mezquinos.

La dinámica de las ideas


Ahora que Colombia entra al camino de construir un nuevo destino basado en la equidad social, buscándole poner punto final a las atrocidades de la desigualdad con sus violencias recurrentes y el entramado de otros designios consentidos por quienes manejan el poder como instrumento de privilegios, se deben dejar atrás el simplismo y la ingenuidad, que han funcionado a la medida del atraso para que nada cambie y se repita cíclicamente más de lo mismo en beneficio de los que se lucran de la “mezquina nómina”. Es un punto esencial de tomar en cuenta como garantía de no repetición.

La meta de la paz total

No puede ser imposible que los colombianos le ganen la partida a la violencia, a pesar de su intensidad, su recurrencia y sus horrores a lo largo de la historia de la Nación.

La política deleznable

La participación de las personas en los asuntos públicos deja, sin duda, lecciones que deben tomarse en cuenta. Permite conocer la sinceridad o el oportunismo de quienes intervienen, o fungen de protagonistas. Algunos dicen cosas que las revisten de ciertas cuando ellos mismos saben que no lo son.

Acumulación de males

El balance de Colombia en más de 200 años de su construcción como Estado independiente, con toda una estructura institucional, de identidad democrática, según los gobernantes del establecimiento, registra la acumulación de graves problemas recurrentes. Y no son pocos, ni frágiles. Año tras año se han agudizado, bajo la indiferencia o la permisividad de una burocracia ociosa, insensible a los estragos de las políticas perniciosas dispuestas por un Congreso desconectado de la realidad y acogidas por el Ejecutivo distanciado de las necesidades insatisfechas de la comunidad. Ello es la negación a las soluciones pendientes de problemas reconocidos en su gravedad.