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Ellos asienten y así él, con la bandera de Estados Unidos ondeando al fondo, puede levantar su brazo y mostrar el puño cerrado para recibir en ese momento la ovación de un público que llevaba algunos segundos en angustioso silencio luego de presenciar que al protagonista de este episodio, el republicano Donald Trump, le habían disparado al rostro.
En el mundo de la comunicación política, la construcción de la identidad de un candidato como héroe es una estrategia bien conocida y efectiva. Las imágenes que surgieron tras el atentado son, sin duda, una bendición para el equipo de comunicaciones de Trump. Esta iconografía no es casual. Está diseñada para transmitir un mensaje poderoso y resonante: Trump es el héroe indomable que, a pesar de las adversidades, sigue adelante, protegido por una especie de milagro patriótico.
Uno de los elementos más utilizados en estas narrativas es el plano contrapicado, una técnica cinematográfica popularizada por Orson Welles en ‘El ciudadano Kane’ (1941) para mostrar al personaje principal como poderoso y dominante. Este ángulo visualiza al candidato desde abajo hacia arriba, haciéndolo parecer más grande, imponente y, por ende, más digno de liderazgo. La campaña de Trump, como muchas otras (Churchill, Chávez, Putin, Bush), ha aprovechado esta técnica para reforzar su imagen de fuerza y resiliencia.
El discurso posterior al atentado, en el que Trump afirmó que “se supone que debería estar muerto” refuerza aún más esta narrativa heroica. Se presenta como un sobreviviente destinado a un propósito mayor, una figura casi mesiánica cuya misión es “hacer a América grande otra vez”. Este tipo de retórica juega con la idea del elegido, del líder que supera pruebas casi mortales para cumplir un destino grandioso.
La estrategia del mesianismo político no es nueva y ha sido empleada por numerosos líderes a lo largo de la historia. Se trata de convencer al electorado de que el candidato no solo es competente, sino que es esencial, casi predestinado, para la salvación y prosperidad del país. Este tipo de comunicación crea una conexión emocional profunda con los votantes, quienes ven en el candidato no solo a un líder político, sino a un salvador.
La narrativa del héroe también se construye a través de la narrativa de superación personal y sacrificio. No es el caso de Trump porque desde cuna es multimillonario, por lo que él opta por el camino del heroísmo. Kennedy también capitalizó un incidente en el frente del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial en la que se afianzó su imagen de héroe, y ya antes los habían hecho George Washington, Ulysses Grant y Dwight Eissenhower. A los estadounidenses les encantan los héroes y eso lo sabe Trump. Al mostrarse herido pero desafiante, se refuerza la idea de un líder dispuesto a sacrificarse por el bien común, alguien que no se amilana ante el peligro y que lucha incansablemente por sus principios y por su país.
¿Trump ganará por esta foto? No la necesitaba para ganarle a Biden porque su opositor es su mejor jefe de debate al conceder tantas ventajas gracias a su terquedad, pero le ayuda a reforzar su narrativa de héroe, de indispensable.
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