Eclosión de ofendidos

Columnista Invitado

Durante siglos, los doctrineros venidos de Castilla nos enseñaron una religión que en los tiempos tridentinos echó la culpa sobre toda la cristiandad, y por ello en cada santa misa repetimos: “por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa”.
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Jeremy Bentham, en su tratado sobre las falacias políticas (1816), identificó buena parte de las artimañas ideológicas de los políticos profesionales de todos los tiempos. Pero la vida no le alcanzó para conocer una novedosa artimaña de nuestros tiempos: empezar una discusión declarándose ofendido y pidiendo disculpas al interlocutor. Esta eclosión de ofendidos ya permitió a los sociólogos identificar a la nueva “generación política de cristal”, esa manga de ofendiditos a los que no se les puede argumentar nada porque saltan a pedir disculpas, con lo cual el tema de debate queda relegado al olvido.

Acabamos de ver a una joven mandataria, quien gobierna a lo mexicanos, esos descendientes de los castellanos que pasaron a las Indias y se cruzaron con los aborígenes, pedirle una disculpa a Felipe VI, quien reina a los españoles descendientes de los castellanos y aragoneses que nunca fueron a las Indias.

Como ante los jueces la culpa es individual, y se sabe que Juan Carlos fue el primer rey de la Casa de Borbón que pasó a América en 1976, ¿por qué tendría que pedir disculpas su hijo? Colón vino a la actual América en los tiempos de Isabel de Castilla, de la Casa de Trastámara, y a ella le debemos las reales órdenes que declararon vasallos libres a todos los aborígenes indianos, y además dotados de alma inmortal. ¿Por qué debería ella pedir disculpas?

Durante siglos, los doctrineros venidos de Castilla nos enseñaron una religión que en los tiempos tridentinos echó la culpa sobre toda la cristiandad, y por ello en cada santa misa repetimos: “por mi culpa, por mi culpa, por mi gravísima culpa”.

Eso lo saben los jóvenes políticos descreídos y no practicantes, y por eso empiezan declarando pecador al interlocutor, para que este confiese su inexistente culpa y pida perdón.

No hay que hacer caso alguno a estos nuevos inquisidores hipócritas y lampiños. Todos somos inocentes, hasta que nos prueben lo contrario.

La historia no es un tribunal, sino un recurso científico para comprender lo ya acaecido. Solo los políticos abusan de ella, porque los historiadores no fulminan sentencias.

 

Armando Martínez

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