Dolores de cabeza

Guillermo Pérez Flórez

El Cauca siempre ha sido un dolor de cabeza. Desde los tiempos de Tomás Cipriano de Mosquera, José María Obando y José Hilario López, en el siglo XIX, cuando tenía 668.400 kilómetros cuadrados y era más de medio país, hasta hoy, en el siglo XXI, con solo 29.300, en tiempos de las disidencias de las Farc. Y ha sido un dolor de cabeza, igual que Nariño y Chocó, que junto con Valle, conforman la cuenca del Pacífico, una de las zonas más abandonadas y pobres de Colombia.
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El presidente Rafael Reyes (1904-1909) creía, equivocadamente, que el problema era el tamaño de los ocho departamentos que quedaron tras la separación de Panamá, herederos de los antiguos Estados Soberanos. Por eso se dedicó a fragmentarlos creando nuevos departamentos. Así nació Huila, el cual desmembró del Tolima. Lo mismo pensaba la senadora Paloma Valencia cuando propuso dividir al Cauca en dos, uno para los indígenas y otro para los mestizos. Pero el problema no es de tamaño, es de gobernanza y de desarrollo.  El abandono sempiterno del Pacífico es la prueba reina de la forma como históricamente se ha manejado el país. Esta región casi no ha importado, por eso tiene los mayores indicadores de pobreza, igual que la Guajira.  

Ante la crisis del Cauca, el presidente Petro ha cambiado la cúpula militar y ordenado un consejo de seguridad permanente. “No toleraremos que se siga atemorizando a la población con atentados terroristas. Le he pedido al Ministro de Defensa que se desplace de inmediato con toda la cúpula militar al Cauca y se instaure un consejo de seguridad permanente”. Podrían ser no uno sino dos consejos diarios y lo más probable es que fracasen, como fracasó Álvaro Uribe en Arauca hace 20 años, cuando arrestó a miles de personas acusándolas de pertenecer al Eln. Y fracasarán porque el problema no es militar ni judicial, es político. Tiene que ver con la forma de administrar el territorio, desde una fría cueva a 2.600 metros de altura. Por esto mismo se perdieron 75.000 kilómetros cuadrados de mar en el Caribe, frente a Nicaragua.

Para solucionar el problema en el Cauca, para que no campee la delincuencia, que vive de la minería ilegal, de la cocaína y de sus rutas de exportación en alianzas con los cárteles mexicanos, hay que reformar el ordenamiento territorial. Que es, básicamente, el mismo de 1886 (en esto tiene razón Petro), funcional a intereses políticos, no al desarrollo. El problema es que esta reforma jamás pasará en el Congreso de la República. La única vía es hacerla a través de una Asamblea Constituyente o de una ley de facultades extraordinarias ‘pro tempore’, para que el Presidente diseñe un modelo de gobernanza territorial que responda a las realidades geográficas y climáticas. Esto, sin embargo, jamás lo permitirá la oposición. No quiero imaginarme la reacción de las senadoras Cabal y Valencia, ante una propuesta de estas.

Los dolores de cabeza no se curan con aspirina, apenas pasan temporalmente. Los líos del Cauca no tienen solución militar, el Estado tenía que ocupar los territorios que dejaban las Farc en esta región y no lo hizo. La ventana de oportunidad abierta por la paz del presidente Santos se perdió. Y ahí estamos, pagando las consecuencias, con un dolor de cabeza, crónico, que pareciera no tener solución. 

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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