¿A quién odian los gringos?

Guillermo Pérez Flórez

Desde el pasado jueves es legalmente lícito llamar delincuente a Donald Trump. Y lo es, porque un jurado de doce personas, de manera unánime, acaba de hallarlo culpable de treinta y cuatro delitos. Es el primer caso en doscientos cincuenta años de historia de los Estados Unidos que un expresidente es condenado por infringir las leyes penales. Ese será su principal legado, si la sentencia se confirma. Lo cual parece ser altamente probable. Como es también altamente probable que en las elecciones de noviembre sea elegido presidente.
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La novela tiene varios capítulos, con facetas dulces, agridulces y amargas. Entre las primeras se encuentra el hecho de que en ese país nadie está por encima de la ley, por poderoso que sea. Es una de las claves de su democracia, en donde la ley se cumple las 24 horas del día, durante los 365 días del año. No es solo para los de ruana. Su historia está llena de ejemplos, entre los más sobresalientes están el caso del presidente Richard Nixon, que en agosto de 1974 se vio obligado a dimitir por haber abusado de su poder y espiado ilegalmente al partido demócrata, y ahora este de Trump. Su dinero, su poder político e influencia mediática, no le sirvieron para garantizarle impunidad, lo cual habla bien del sistema, pues estas situaciones solo pueden darse en sociedades democráticas. Hablemos de lo agridulce. A pesar de este hecho, y de que el delincuente tiene abiertas más causas penales, no quedará inhabilitado para presentarse como candidato presidencial. Se desvirtúa así la tesis de que el proceso tiene una naturaleza política. De hecho, perjudica electoralmente más al presidente Biden, según lo indican las encuestas electorales. Aquí no estamos en presencia de un Putin, un Ortega, o un Maduro, sacando de la competencia a sus contradictores. Nada de eso. Trump puede ser elegido presidente. Esta es la parte amarga de la novela, que al mismo tiempo es indigerible para mí.

No es fácil de entender qué puede llevar a un pueblo a elegir a una persona como Trump. No solo son los delitos que ha cometido, que por supuesto desdicen de los EE. UU. Es también lo que él representa: el odio a los migrantes latinoamericanos, el menosprecio a las mujeres, a quienes considera objetos de consumo, la aversión a los ‘perdedores’, como él llama a los pobres, su xenofobia, su fanatismo religioso y la satanización de los musulmanes, y su confesa tendencia plutocrática. Tras conocer la decisión del jurado, su sitio web a través de la cual recibe los apoyos económicos colapsó, en razón a la cantidad de visitas. Entre el jueves pasado y hoy, ha recaudado más de 53 millones de dólares (supera los 200 mil millones de pesos colombianos).

Sin ningún rubor ha prometido bajarles los impuestos a los ultrarricos. Es lo más amargo de la parte amarga, pues entre los donantes hay asalariados que tienen problemas para llegar a fin de mes. No logro entenderlo, es un asunto para psiquiatras sociales, dadas sus paradojas y complejidades. Que los billonarios elijan a Trump hasta puedo entenderlo ¿A quién odian los gringos, para hacerse esto? Una posibilidad es que se odien a sí mismos, de una forma tan intensa que quieren flagelarse para expiar sus pecados. No veo otro motivo. Y que me disculpe el pueblo norteamericano, por quien solo profeso, admiración.

 

Guillermo Pérez Flórez

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